sábado, 26 de marzo de 2016

OPINIÓN - LA TRAMPA INSTITUCIONALIZADA O LA COSTUMBRE DE SER VIVOS

OPINIÓN:

LA TRAMPA INSTITUCIONALIZADA O LA COSTUMBRE DE SER VIVOS - Por Guillermo R. Pinotti.



Me pregunto por qué en Argentina el tramposo es un vivo y el justo es un gil. Un país donde la capacidad, la inteligencia, la formación profesional y experiencia no alcanzan: sobre todas las cosas hay que ser “vivo”. Y en estas circunstancias la mentira se incorpora como una herramienta estructural que algunos llaman “cintura política”.
Así, a través del tiempo, se ha arraigado en el pensamiento social del pueblo: “si no sos vivo no llegas a nada”. Y así estamos.
Lo peor es que ni el paso de los años ni la experiencia pueden con esto. Y la corrupción es el tema principal de las democracias en el futuro. Ya a mediados del siglo pasado sociólogos, psicólogos, filósofos y distintos pensadores como Agustín Álvarez, Roberto Arlt y Julio Mafud - entre otros, trataron de describir y analizar característica de la “viveza del argentino”. Pero todavía, mediando el dos mil quince, parece que no es tan sencillo encontrarle solución.
Mafud consideraba que “la política es el campo más favorable para la viveza criolla… siempre tiene la intención o propósito de aventajar o sobrar a los otros”, y no se equivocó de acuerdo a la historia vivida.
El efecto social de esta “viveza”, aplicado a la política, ha sido y es devastador. En individuos con este perfil, la “viveza” es una necesidad psicológica para probar a cada momento su personalidad sobre los otros y sobre sí mismo. Hay una psicología y una sociología de la viveza. Los efectos sociales habitan cualquier campo o núcleo de la sociedad.

La “viveza” y el “acomodo”, forman parte de todos los niveles sociales, tanto en el accionar de “punteros”, “barrabravas”, “militantes rentados” y todo tipo de “becados políticos” muchos de los cuales forman parte de los conocidos “ñoquis”. Y los realmente carenciados, prisioneros en un sistema asistencialista que no les permite igualdad de oportunidades desde siempre, no tienen otra alternativa que pactar muchas veces en estas condiciones.

La “viveza” es de efectos más peligrosos si la realizan instituciones u organismos en medios colectivos: la política, el comercio, la propaganda donde se destacan los núcleos que tratan de imponer sus intereses y privilegios.
El estado en este sentido, hace una profesión de la “viveza”. El estado Argentino hace viveza criolla cuando trampuliña a su favor todos los juicios en su contra. La frase popular lo dice sencillamente:
“¿Quién le gana un juicio al Estado?”. La contestación amistosa en estos casos siempre es previsora: “¡Vamos, no seas gil, no te metás!”.
O tal vez en otro tono: “¡Tratá de buscar un buen amigo!”. Las instituciones sociales con su propaganda hacen lo mismo con alguna variante. Lisa y llanamente hacen pasar lo falso por lo auténtico.

La política es el campo más propicio para la “viveza criolla”. El político se arroja más vertiginosamente por el camino del acomodo, del amigo o de “la trenza”, que por el de la inteligencia, de la capacidad o el conocimiento.
Los organismos y las instituciones que aplican la “viveza criolla”, son incapaces de comprender los valores esenciales del vivir social y son negadores de todo esfuerzo comunitario o de cooperación. Lo violentamente negativo es que el organismo o la institución necesitan siempre del público, del pueblo.
En esto el proceso social de la viveza es invariable: para el vivo o los vivos (sean hombres o institución, Estado u organismo), el mundo está habitado por una larga fila de víctimas, “puntos” o “giles” que pueden ser explotados o trampeados con facilidad por sus “vivezas”.

Un organismo o una institución que “adapta” la viveza criolla en sus actitudes y en sus acciones es una máquina de defraudación para el público. El núcleo central erróneo de la viveza criolla reside en que cada institución, igual que cada individuo, pretende ser lo que no es y por sus efectos y consecuencias resulta una máquina de valores falsos que desquician el vivir de la sociedad.

Los valores genuinos o auténticos – en los cuales nadie cree – se desvanecen al contacto con la realidad. De ahí que la viveza, desde el punto de vista social siempre es sinónimo de engaño. E incluso como sinónimo de robo.
Hecha la ley, hecha la trampa. En Argentina se dice que para cada ley o norma existe un atajo o trampa. Siempre hay formas de sortear las leyes para los que buscan lo suficiente.

J.Ortega y Gasset opinó con certeza que “Si se quiere penetrar en los secretos de un país, conviene fijarse en las palabras de su idioma que no se pueden traducir, sobre todo cuando significan modos de ser”.
No se trata de decir que en la vida son todos vivos o zonzos. Pero sí que el que usurpa o “cacha”, en el momento que lo realiza se siente “vivo” frente al que es usurpado o “cachado”.
Es decir, “los sobra en viveza”.
Esta frase sirve para valorar un aspecto esencial de la vida argentina de ayer y de hoy: El vivo es bien visto por el consenso general. Y hasta admirado. En cambio es visualizado como tonto, idiota o tarado, en el sentido clínico de la palabra, el hombre que no aprovecha la oportunidad o la ocasión para sacar provecho – sacar ventaja.

Esta particularidad ha provocado en el vocabulario argentino un perfil que fija algunos rasgos en el inconsciente colectivo: La Argentina es el país que más sinónimos tiene de los vocablos vivo y zonzo con sus variaciones. Comparado con nuestro léxico, el Diccionario de la Academia queda esquematizado y limitado.

Se puede registrar esta cantidad de vocablos que no se agota en su enumeración y tampoco quiere ser definitiva.

A vivo corresponden los adjetivos:

- Vivanco, Pierna, Madrugador, Buitre, Entrador, Rompedor, Sobrador, Caradura, Piola, Cararrota, Pirata, Mandarina. Banana, Rana, Canchero, Púa, Cargador, Avivato, Ventajita, Cachador…

A zonzo corresponde:

- Punto, Croto, Gil, Estúpido, Imbécil, Tarúpido, Tarado, Tara, Caído del catre, Pescado, Papa frita, Pavo, Pavote, Gilastro, Gilastrún, Grasa, Otario, Bestia, Infelíz, Desgraciado, Poligriyo, Pipiolo, Chuchi, Cartonazo, Opa, Chambón, Chaucha, Pastenaca, Melón, Melonazo, Muerto de frío, Salame,Pajarón, Chorlito, Zapallo, Boludo, Pelotudo, Chichipio, Abombado, Chitrulo, Chabón, Abribocas, Papanatas, Zanahoria…

Varios derivados de viveza son también las frases:

- “A ver si te avivás”
- “Se anda avivando”
- “Está hecho un vivo”

De esta actitud surge una nueva escala de valores que tiene como eje central “la viveza criolla”.
A través de la “viveza criolla” se van fundando otros valores menores que se nutren y se vitalizan del valor absoluto o valor eje.
Esta nueva escala de valores domina casi en absoluto toda la sociedad argentina. La define. Es la medida para clasificar los hombres y las cosas. Estructura la sociedad política y social.

El ideal del hombre argentino de hoy, y sobre todo del joven, es único e inconfundible: Ser vivo.

- “Madrugar antes que te madruguen”

Desde la casa se le susurra:

“¡No seas tonto!”, “¡Avivate!”

Casi no tiene otra alternativa que vivir dentro de la moral en boga con sus principios inamovibles:

- “Total, si no robo yo, robará otro”
- “Roban pero dan”

El mejor modo de radiografiar al vivo es ubicarlo en la conveniencia social. Porque allí es donde se juega en su totalidad. Para ser lo que es. La conveniencia social permite trascenderlo de afuera adentro. De la piel hacia el alma. Su nombre lo define con mucha exactitud. El “ser vivo” indica algo así como vivir dos veces el acto o el gesto que se expresa. Es decir “los sobra”. El vocablo “vivo” no tiene aquí ninguna relación con pícaro. Ni tampoco con listo. Estos están ajustados dentro de la moral. Por el contrario el vivo es un inmoral. Por eso siempre oculta o desdibuja su acción. Aquí nos importa el vivo por dentro para ver qué resortes lo mueven y lo tironean.
Él siempre llevará su alma taponada para que no se vean sus propósitos secretos. Actuará siempre detrás de su caparazón social. El vivo pertenece a un tipo social que habita todas las categorías sociales. Vivo suele ser el funcionario, el político o un simple ciudadano. En la jerarquía económica la viveza da dividendos. En la política, privilegio y acomodo.

Cada vez que el vivo relata o dice algo, sus expresiones verbales tienen como tema la afirmación de sí mismo. Su vocabulario ha creado un dialecto cuyo léxico desborda en superioridad:

- “Te lo digo yo”
- “Pero pibe, me lo vas a decir a mí”
- “Este país solo nosotros lo podemos gobernar”
- “Para hablar conmigo primero que vaya a estudiar un poco”
- “Si te lo digo yo es así”
- “Si yo te lo digo, ponle la firma”
- “Lo que dicen los demás son todas mentiras”

El “vivo” es un ser ficticio que escapa a lo real y natural. Toda circunstancia exterior, gente, hecho o conducta que ponga en duda su persona provocará una violenta reacción en su interior. Se irrita.
El “vivo” finge su capacidad y competencia como un estímulo para elevar su tono psicológico disminuido. Necesita un acto, un gesto, “una expresión de viveza” para conservar su autoestima.

Sus terminologías abundan en alusiones que reflejan esto:

- “A mí nadie me gana de mano”
- “A mí, cancha es lo que me sobra”

En sus escaramuzas verbales atribuye al adversario una inferioridad imaginaria, que con términos peyorativos trata de reservarse su “superioridad”.

- “A mí nadie me pone la tapa”
- “Hay que avivarse antes que te ganen de mano”

La superioridad no reside en el vivo en la capacidad natural, sino en “la viveza”. La “viveza” da carta de ciudadanía y legaliza lo que venga.

- “Yo puedo ser tu padre”
- “Pobre de vos pibe”
- “Aquí gobernamos siempre nosotros”
- “A mí nadie me va a madrugar”

El “vivo”, no obstante, está siempre a la defensiva, temeroso de trastabillar y ser desenmascarado. Por eso en su conducta social es desconfiado. Su figura y expresiones están finamente estudiadas con ademán defensivo. Los culpables del mal son los demás.
El gran mal de un pueblo es cuando sus gobernantes sustituyen los valores éticos reales por su “viveza”. Aunque parezca increíble. Moral por viveza. La desconfianza, la indiferencia y el escepticismo argentino, le deben mucho a esta “forma de ser”. Un Estado gobernado generalmente por “vivos” que se ha comportado como un padre prostituido, que exige moralidad y respeto a sus hijos.
Empecemos de nuevo, con la experiencia y conceptos dignos de pensadores que nos antecedieron, gobernando con capacidad y honestidad… y no para “pasarnos de vivos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario