sábado, 26 de marzo de 2016

OPINIÓN - LA DEUDA Y LOS "FONDOS BUITRES" INTERNOS

OPINIÓN

LA DEUDA Y LOS "FONDOS BUITRES" INTERNOS - Guillermo R. Pinotti



“La deuda interna”, es una película argentina de 1988 (dirigida por Miguel Pereira y protagonizada por Juan José Camero, Gonzalo Morales y René Olaguivel), basada en una novela del maestro Fortunato Ramos que fue estrenada el 4 de agosto de 1988 y ganó el Cóndor de Plata como mejor película en 1989. Me emocionó en aquellos años, y tantas veces que volví a verla. Será porque más allá de los argumentos y las circunstancias de cada época, se pueden hacer múltiples analogías o comparaciones pero el resultado a mediados de dos mil quince sigue siendo el mismo: La gran deuda interna, aunque con distintos matices, persiste y es cada vez más difícil de superar.
Claro, entre las deudas internas y las deudas externas hay una estrecha relación. Y caemos siempre en los mismos interrogantes: ¿Por qué nos pasa lo que nos pasa?, ¿Porqué somos como somos?
Hoy es tema candente el de “los fondos buitres”. Un Fondo Buitre es un fondo de inversión libre que invierte en una deuda pública de una entidad que se considera débil o cercana a la banca rota. El nombre es una metáfora que compara a estos inversores con los buitres sobrevolando pacientemente, esperando para lanzarse sobre los restos de una compañía que se debilite rápidamente; o, en el caso de las deudas soberanas, de un país deudor.
Y entonces caemos en los límites y claroscuros de la ética y la moral: ¿Son inversores oportunistas o son delincuentes?
Porque si seguimos comparando, también tenemos los argentinos “fondos buitres internos” – que dentro de distintas circunstancias y formas de operar desde el poder económico y político - aprovecharon y aprovechan para sacar ganancias propias.
Muchos pensarán que las condiciones son diferentes y la apreciación exagerada tal vez, pero en algo son iguales: En esa pasión innata por crear riquezas para sí y para los suyos no hay límites.
¿O acaso comprar terrenos fiscales a precio irrisorio para hacer grandes negocios inmobiliarios futuros, o “comerciar” con empresas argentinas al borde de la quiebra para luego usurparlas no tiene el mismo espíritu que el de los “fondos buitres internacionales”?
Y entonces caemos en los límites y claroscuros de la ética y la moral: ¿Son inversores oportunistas o son delincuentes?
En un reportaje hace pocos años - transcurría la década ganada - el científico y periodista Adrián Paenza decía que “la principal dificultad argentina es que no es un país que se piense; es un país que nos sale". Por este motivo, reflexiona, no existe un plan guía y se avanza a tientas y no se resuelven los temas importantes. "El país siempre estuvo muy atento a la deuda externa y se olvidó de esta deuda interna tan grande". “Por supuesto que estamos mejor que antes, pero no es comparable, porque obviamente estamos mejor en el sistema democrático, pero una vez salvada esa obviedad la democracia tiene deudas: ¿cómo puede ser que haya chicos que se mueran de hambre en la Argentina? En ese sentido, el país siempre estuvo muy atento a la deuda externa y se olvidó de esta deuda interna tan grande”. En esto Paenza no se equivocaba, y hoy todavía sigue siendo igual.
La democracia no es un ente, sino que somos nosotros. El problema es que los gobernantes, los que se pusieron como líderes no atienden las necesidades de la gente como prioridad. Los representantes traicionan la voluntad de las mayorías.
Y en esto de porqué somos como somos y porqué hemos tenido y tenemos los gobernantes que tenemos, debemos pensar bastante, porque tanto la deuda interna como la deuda externa nacieron por nuestra “forma de ser”. De hacer y también de dejar hacer. Con gobernantes que olvidaron que “La palabra convence, pero el ejemplo arrastra”, y hay muchas generaciones por venir que los observan.
No se pueden sustituir valores éticos reales por la “viveza”, sea de gobernantes propios o de intereses foráneos. Porque la ética y la moral deben ser las mismas - para cualquiera - dentro y fuera de la casa. Un Estado gobernado por “vivos” se ha comportado muchas veces como un padre prostituido, que exige moralidad y respeto a sus hijos. Y así todos nos ven.
Si no pensamos, seguiremos preguntándonos si el enriquecimiento de nuestros propios gobernantes – al igual que de los intereses foráneos – es por inversiones oportunistas o por métodos ilegales o delictivos. Si no pensamos, el pueblo seguirá pagando la cuenta.

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