jueves, 1 de enero de 2015

ENTRE SUEÑOS - CUENTO


Entre sueños

Nunca la he descubierto,
pienso a veces, no la hay,
aunque vivo esperando
una respuesta encontrar;
¿Cómo hacer para vivir
sin tener a quien amar,
alguien que sepa brindarme
su calor y su bondad,
alguien que ocupe mis sueños,
alguien por quien suspirar…?

Después de muchos años, volví a caminar por Parque Lezama. Extendí mi paseo hasta la orilla del río y, en su último recodo a la derecha, las persianas cerradas de “El Viejo Corsario” -café que abrigó nuestros encuentros en madrugadas de intencionados desvelos - volvieron a mi conciencia el tiempo transcurrido.
Parecía dibujarse tu imagen frente a mí en cada calle, en cada esquina; pero te perdías en la difusa visión que las lágrimas y la neblina de aquella mañana permitían a mis ojos.
Un suspiro profundo y el ademán de querer encender un cigarrillo, intentaban disimular mi angustia ante cada recuerdo que nacía. El paseo en bote los días feriados, los encuentros nocturnos en caminitos del fin del mundo, los reflejos de luna llena, el coro de cómplices ranitas, los bichitos de luz que nos hacían mil guiños, fueron testigos de nuestro amor y nuestros mimos.


Aquel bar que tanto te gustaba en la calle Libertad, donde ansioso e inquieto distraía el tiempo tomando café y esperaba tu llegada, fue el lugar donde una birome prestada y una servilleta de papel sirvieron para expresarte mis primeros sentimientos:

¿Por qué niegas que me amas
si tu mirar te delata,
si enrojecen tus mejillas
y tus pupilas dilatan…
cuando pronuncio tu nombre,
cuando a los ojos te miro,
cuando me quieres hablar
y son tus palabras suspiros...?

Fueron tus ojos de cielo y rayitos de sol, en aquellos días de juventud, quienes dieron a mi vida un brillo diferente. Dudo, si el amor pudiera dar forma a una pintura, si Quinquela hubiera tenido colores suficientes para expresar el nuestro, en una de las suyas...
Pero la vida tiene sus trampas, sus sorpresas y sus tiempos diferentes para cada uno. Quizás sea esa incertidumbre la que dio mayor vértigo a nuestro sentir y así, el amor nos dio placer y también nos enseñó a sufrir.
El frío de mi alma llegó a mis huesos. Regresando sobre mis pasos, al llegar al bodegón cercano a Defensa y Brasil, en vano fue aquel plato de sopa caliente y una copa de vino tinto para darle calor a mi existencia.
Volvías a mi memoria y, al cerrar los ojos, te hacías presente... Así nuevamente caminamos por la feria de artesanos, otra vez te probaste aquellos collares y anillos..., te regalé ese osito de peluche que abrazaste con ternura... y te acompañé hasta la estación de trenes, aquella tarde que te fuiste de la ciudad. Compartimos el último café, y como no tuve coraje para verte partir, bajo aquella recova de gruesas columnas te abracé fuerte largos minutos y, luego de aquel dulce beso que nos dimos, un hasta siempre marcó el comienzo de mi llanto volviendo a casa, derramándose en versos que nacieron con tu ausencia:

Cual estrella fugaz en el cielo,
recordarte ilumina mi ser,
imposible poder olvidarte,
imposible borrar ese ayer.
Una tarde lejana de octubre,
me perdí en la luz de tus ojos,
la frescura y color de tu rostro
y lo dulce de tus labios rojos.
Tú me diste lo que ahora no tengo,
lo que nadie pudo reemplazar,
¿Dónde estás con tu voz hechizante?
¿Dónde estás con tu tierno mirar?
Y te fuiste como tantas cosas
que tal vez nunca volverán,
o quizás el azar de la vida
algún día nos vuelva a encontrar.




Copyright © Guillermo Rodolfo Pinotti, 2008
Todos los derechos reservados.

Supervisión editorial: María del Valle Grange.
Hecho el depósito que fija la Ley 11.723.
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina.
Impresiones GraFer (Chivilcoy), 2008

1 comentario:

  1. Recuerdos de preciosas vivencias amalgamadas con la noche y el amor.
    Nos leemos.
    Un abrazo y ánimo que esta es una carrera de fondo.

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