MARIHUANA Y OTRAS YERBAS.
La marihuana o cannabis sativa es
conocida en China desde antes del año 2737 AC, descripta en un compendio de
plantas medicinales de la era del Emperador Shen Nung. Su uso descripto por
Herodoto, era en una secta llamada “les haschichians”, los que bebían una
pócima con aceites de cannabis sativa
(hachis) para prepararse para la guerra.
Estos guerreros posteriormente asolaban a los pueblos eliminando hombres
mujeres y niños por lo que se cree que de ellos provendría una acepción del
nombre “asesino” (por Hachichians – Assasins – Asesinos). Su uso por oficiales
ingleses durante la colonización británica de la India motivó la formación de
una comisión de estudio “Hemp Comission” en 1897, que luego de investigaciones,
en que a pesar que los animales se hacían dependientes del uso de marihuana,
consideró que “no había evidencia que la marihuana provocara daños”, pero que
“era recomendable que los oficiales no la consumieran”.
El movimiento Hippie de la década
del 60, dentro de su filosofía de paz, le asigna a la marihuana un símbolo
emblemático, ampliamente difundido a partir de expresiones musicales. Así la
marihuana adquiere un símbolo social y político de cambio, y rebelión contra el
sistema, que aún perdura tanto en los jóvenes de hoy como en los representantes
de aquellas generaciones.
Los primeros reportes de la
existencia de una dependencia y de síntomas de privación o abstinencia fueron
planteados por el Dr. Jones en la década del 40, por Kaymacalan en la década
del 70. En los manuales de clasificación de enfermedades mentales en 1987, se
la incluye dentro de las drogas productoras de dependencia y en 1996 entre las
que muestran síntomas de privación o abstinencia.
El uso de marihuana con fines
personales encuadrada dentro de las decisiones privativas de los individuos,
como lo contempla el artículo 19 de la Constitución Nacional, ha motivado un
importante debate en cuanto a argumentos despenalizantes y penalizantes de tal
situación.
La marihuana (cannabis), es la
sustancia ilícita más utilizada en el mundo. Se estima que aproximadamente el
4% de la población mundial entre 15 y 64 años ha utilizado marihuana por lo
menos una vez durante el último año.
Buscando en internet la palabra
“marihuana”, aparecen enlaces relacionados a la medicina. Pero si se le agrega
la palabra “Argentina” a la búsqueda, predominan los sitios que fomentan la
legalización de la marihuana. Y esto es un fiel reflejo de la inducción en la
opinión pública sobre la marihuana en nuestro país, donde se toma el debate
como un problema fundamentalmente legal, o sencillamente del derecho a elegir
que sí o elegir que no. Y se menoscaba una variable trascendental: es un
problema médico. El consumo de una sustancia psicoactiva modifica la conducta
de quien la consume e involucra a su entorno a partir de sus relaciones
interpersonales, siendo un fenómeno psicosocial y no solo individual,
comprometiendo en los riesgos la integridad propia y la de terceros.
Hay una subestimación muy
importante por parte de la población de los efectos de la marihuana, la
medicina y la salud mental.
El consumo de marihuana es
responsable de muy variados efectos sobre la salud que van desde los efectos
físicos pulmonares hasta los que ejerce sobre el sistema nervioso central
(SNC). Sus efectos repercuten en distintas esferas de la vida pública y del
sistema de salud, en Argentina y en el resto del mundo.
La mayoría de los cigarrillos de
marihuana contienen entre 4 y 20 mg de THC (tetra hidro cannabinol). Dosis tan
bajas como 10 ng/kg de peso son suficientes para provocar euforia.
Se describieron entre otras
consecuencias, aumento de ataques de pánico, paranoia, anhedonia. Se ha
comprobado que existe una relación entre el consumo de marihuana y las
psicosis, dependiendo de la cantidad de droga que se consumió, la edad de
inicio y la susceptibilidad genética del usuario.
Se han detectado alteraciones
cognitivas (inteligencia) con la marihuana – problemas en la memoria, la
atención y la integración de información compleja. Estos pacientes exhiben
dificultades en la comprensión y adaptación a problemas de la vida cotidiana y para
adecuarse a ellos.
El abuso de marihuana suele
asociarse a dificultades con el cumplimiento y rendimiento en las
obligaciones a nivel escolar o laboral,
consumo en situaciones en las que hacerlo es físicamente peligroso (para sí
mismo o para terceros), como cuando uno maneja un vehículo, y problemas legales
repetidos directamente relacionados con el consumo de la sustancia.
El consumo a largo plazo produce
desinterés, falta de proyectos y ambiciones, pasividad, desmotivación y falta
de responsabilidad y compromiso.
También incoordinación
psicomotora, siendo un factor de riesgo en la producción de accidentes. Su uso
continuado puede producir episodios psicóticos de tipo paranoide.
El consumo de 5 a 20 mg de THC –
un porro – produce congestión, dilatación vascular en las conjuntivas oculares,
ptosis palpebral (párpados caídos), aumento de la tensión intraocular, sequedad
de boca y garganta por disminución de la secreción de saliva y taquicardia.
Disminuye la concentración y atención.
A nivel psíquico luego del
consumo se produce, primero ansiedad, luego cierta euforia con desinhibición psicomotriz
y exaltación psíquica. Con el consumo de más de 30 mg (dos o más porros) se
agudizan las percepciones sensoriales y pueden sobrevenir estados de
obnubilación, confusión mental y psicosis tóxicas agudas, como también ataxia y
sedación.
El uso de marihuana durante el
embarazo trae trastornos al recién nacido. Los efectos patológicos sobre el
feto son atribuibles a acciones sobre el sistema neurobiológico en desarrollo,
alteración del flujo sanguíneo uterino y alteración de las conductas de salud
maternas deseables. La marihuana puede permanecer en el organismo hasta treinta
días, prolongando la exposición fetal. Adicionalmente, fumar marihuana produce
cinco veces más monóxido de carbono que los cigarrillos de tabaco, pudiendo
afectar la oxigenación fetal. La exposición a marihuana se asocia con un
aumento de los sobresaltos y temblores en los recién nacidos. La marihuana, por
tener afinidad a los lípidos, se acumula en la leche materna. La Asociación
Americana de Pediatría considera que el uso de marihuana, opiáceos, cocaína y
anfetaminas es una contraindicación para el amamantamiento. En niños de 10 años
de edad que han sido expuestos a marihuana prenatal se asocia la falta de
atención e impulsividad y aumento de riesgo para convertirse en fumador de
marihuana como de tabaco.
A nivel pulmonar la marihuana, al
igual que el tabaco común, afecta provocando EPOC (Enfermedad pulmonar
obstructiva crónica) y cáncer de pulmón.
ABSTINENCIA
Las personas que intentan dejar
la marihuana presentan irritabilidad, dificultad para dormir, ansiedad, enojo,
depresión, temblor muscular, aumento del apetito. También agresividad y actitud
querellante que llega a su punto máximo aproximadamente a la semana después de
haber consumido la droga por última vez.
La mayoría de los síntomas se
desarrollan a las 10 horas, alcanzan su pico a las 48 horas luego de
interrumpir el consumo y pueden durar entre 1 a 3 semanas, aunque existe gran
variabilidad interindividual.
Los datos estadísticos de
Argentina indican un aumento persistente de la prevalencia del uso de marihuana
entre los estudiantes secundarios. Pero hay un punto muy importante: durante
toda nuestra existencia pero fundamentalmente durante nuestro neurodesarrollo
en la pubertad y adolescencia, se van formando redes neuronales que facilitan
la formación de nuestra identidad y el armado de nuestra biografía, con un
esquema propio e irrepetible. Esto es alterado por el consumo de marihuana.
Las tasas mayores de consumo de
marihuana se observan en los jóvenes entre los 18 a 34 años. Luego la
prevalencia disminuye significativamente. Es decir que el mayor consumo de
marihuana se da justamente en los momentos de mayor vulnerabilidad.
En estudios realizados se
encontró que el 35% de los usuarios de marihuana reportaron no poder dejar de
consumir cuando quisieron hacerlo; 24% continuaron consumiendo a pesar de
reconocer que tenían problemas por el mismo; y 13% manifestaron no poder
controlar su consumo.
Se calcula que el 10% de las
personas que consumen marihuana se vuelven dependientes a esta. El número se
eleva a uno cada 1 cada 6 usuarios que hayan empezado a usarla en la adolescencia.
La mayoría de las personas que
consumen marihuana también fuman tabaco, lo que dificulta el cese de cualquiera
de las dos sustancias.
La regulación legal del consumo
de marihuana varía en distintos países, existiendo detractores como defensores
de su despenalización.
Cuando el portador de marihuana
es un adolescente o púber, el problema es más importante. Hay diferentes
opiniones de cómo debe involucrarse el Estado en esta problemática. Lo paradójico de esto es que desde las dos
veredas, invocando ambos el valor de la vida, la persona humana, el respeto de
sus derechos y libertades individuales; reivindican un hecho opuesto.
Así, los “curas villeros” luchan
por evitar la despenalización, a la vez que con similares argumentos, otros
grupos sociales la propician. Los primeros reclamando mayor presencia del
Estado a través, al menos, de la sanción penal. Los segundos, justamente por lo
inverso, por entender que el Estado debe desistir de un rol percibido como
“represor” sobre una conducta ejercida por adultos responsables y que
consideran legítima.
Solo en una cosa los dos posicionamientos
concuerdan, la disyuntiva penalización/despenalización de la tenencia de
marihuana para uso personal, es que en todos los casos la Ley Penal no
soluciona ni sustituye lo que no se logró con la educación, con el sistema de
salud y el trabajo digno.
Tanto la clínica como las
investigaciones demuestran que el consumo de marihuana a largo plazo lleva a la
adicción. Cuando se habla de adicción se quiere significar que el usuario
tendrá dificultades para controlar el consumo, aunque este consumo interfiera
en múltiples aspectos de su vida.
Fuentes
consultadas:
Musacchio
de Zan, Amelia/Ortiz Fragola, Alfredo – Drogadicción – Paidos – 1992
Heerlein
L. Andrés – Psiquiatría Clínica - 2000
Serebrisky,
Débora - Trastornos por sustancias – Editorial Sciens – 2014
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