jueves, 1 de enero de 2015

NOTA B: MARIHUANA Y OTRAS YERBAS.

MARIHUANA Y OTRAS YERBAS.

 Guillermo R. Pinotti

La marihuana o cannabis sativa es conocida en China desde antes del año 2737 AC, descripta en un compendio de plantas medicinales de la era del Emperador Shen Nung. Su uso descripto por Herodoto, era en una secta llamada “les haschichians”, los que bebían una pócima con aceites de cannabis  sativa (hachis) para prepararse para la guerra.  Estos guerreros posteriormente asolaban a los pueblos eliminando hombres mujeres y niños por lo que se cree que de ellos provendría una acepción del nombre “asesino” (por Hachichians – Assasins – Asesinos). Su uso por oficiales ingleses durante la colonización británica de la India motivó la formación de una comisión de estudio “Hemp Comission” en 1897, que luego de investigaciones, en que a pesar que los animales se hacían dependientes del uso de marihuana, consideró que “no había evidencia que la marihuana provocara daños”, pero que “era recomendable que los oficiales no la consumieran”.
El movimiento Hippie de la década del 60, dentro de su filosofía de paz, le asigna a la marihuana un símbolo emblemático, ampliamente difundido a partir de expresiones musicales. Así la marihuana adquiere un símbolo social y político de cambio, y rebelión contra el sistema, que aún perdura tanto en los jóvenes de hoy como en los representantes de aquellas generaciones.
Los primeros reportes de la existencia de una dependencia y de síntomas de privación o abstinencia fueron planteados por el Dr. Jones en la década del 40, por Kaymacalan en la década del 70. En los manuales de clasificación de enfermedades mentales en 1987, se la incluye dentro de las drogas productoras de dependencia y en 1996 entre las que muestran síntomas de privación o abstinencia.

El uso de marihuana con fines personales encuadrada dentro de las decisiones privativas de los individuos, como lo contempla el artículo 19 de la Constitución Nacional, ha motivado un importante debate en cuanto a argumentos despenalizantes y penalizantes de tal situación.
La marihuana (cannabis), es la sustancia ilícita más utilizada en el mundo. Se estima que aproximadamente el 4% de la población mundial entre 15 y 64 años ha utilizado marihuana por lo menos una vez durante el último año.

Buscando en internet la palabra “marihuana”, aparecen enlaces relacionados a la medicina. Pero si se le agrega la palabra “Argentina” a la búsqueda, predominan los sitios que fomentan la legalización de la marihuana. Y esto es un fiel reflejo de la inducción en la opinión pública sobre la marihuana en nuestro país, donde se toma el debate como un problema fundamentalmente legal, o sencillamente del derecho a elegir que sí o elegir que no. Y se menoscaba una variable trascendental: es un problema médico. El consumo de una sustancia psicoactiva modifica la conducta de quien la consume e involucra a su entorno a partir de sus relaciones interpersonales, siendo un fenómeno psicosocial y no solo individual, comprometiendo en los riesgos la integridad propia y la de terceros. 

Hay una subestimación muy importante por parte de la población de los efectos de la marihuana, la medicina y la salud mental.

El consumo de marihuana es responsable de muy variados efectos sobre la salud que van desde los efectos físicos pulmonares hasta los que ejerce sobre el sistema nervioso central (SNC). Sus efectos repercuten en distintas esferas de la vida pública y del sistema de salud, en Argentina y en el resto del mundo.
La mayoría de los cigarrillos de marihuana contienen entre 4 y 20 mg de THC (tetra hidro cannabinol). Dosis tan bajas como 10 ng/kg de peso son suficientes para provocar euforia.
Se describieron entre otras consecuencias, aumento de ataques de pánico, paranoia, anhedonia. Se ha comprobado que existe una relación entre el consumo de marihuana y las psicosis, dependiendo de la cantidad de droga que se consumió, la edad de inicio y la susceptibilidad genética del usuario.

Se han detectado alteraciones cognitivas (inteligencia) con la marihuana – problemas en la memoria, la atención y la integración de información compleja. Estos pacientes exhiben dificultades en la comprensión y adaptación a problemas de la vida cotidiana y para adecuarse a ellos.

El abuso de marihuana suele asociarse a dificultades con el cumplimiento y rendimiento en las obligaciones  a nivel escolar o laboral, consumo en situaciones en las que hacerlo es físicamente peligroso (para sí mismo o para terceros), como cuando uno maneja un vehículo, y problemas legales repetidos directamente relacionados con el consumo de la sustancia.
El consumo a largo plazo produce desinterés, falta de proyectos y ambiciones, pasividad, desmotivación y falta de responsabilidad y compromiso.
También incoordinación psicomotora, siendo un factor de riesgo en la producción de accidentes. Su uso continuado puede producir episodios psicóticos de tipo paranoide.

El consumo de 5 a 20 mg de THC – un porro – produce congestión, dilatación vascular en las conjuntivas oculares, ptosis palpebral (párpados caídos), aumento de la tensión intraocular, sequedad de boca y garganta por disminución de la secreción de saliva y taquicardia. Disminuye la concentración y atención.
A nivel psíquico luego del consumo se produce, primero ansiedad, luego cierta euforia con desinhibición psicomotriz y exaltación psíquica. Con el consumo de más de 30 mg (dos o más porros) se agudizan las percepciones sensoriales y pueden sobrevenir estados de obnubilación, confusión mental y psicosis tóxicas agudas, como también ataxia y sedación.

El uso de marihuana durante el embarazo trae trastornos al recién nacido. Los efectos patológicos sobre el feto son atribuibles a acciones sobre el sistema neurobiológico en desarrollo, alteración del flujo sanguíneo uterino y alteración de las conductas de salud maternas deseables. La marihuana puede permanecer en el organismo hasta treinta días, prolongando la exposición fetal. Adicionalmente, fumar marihuana produce cinco veces más monóxido de carbono que los cigarrillos de tabaco, pudiendo afectar la oxigenación fetal. La exposición a marihuana se asocia con un aumento de los sobresaltos y temblores en los recién nacidos. La marihuana, por tener afinidad a los lípidos, se acumula en la leche materna. La Asociación Americana de Pediatría considera que el uso de marihuana, opiáceos, cocaína y anfetaminas es una contraindicación para el amamantamiento. En niños de 10 años de edad que han sido expuestos a marihuana prenatal se asocia la falta de atención e impulsividad y aumento de riesgo para convertirse en fumador de marihuana como de tabaco.

A nivel pulmonar la marihuana, al igual que el tabaco común, afecta provocando EPOC (Enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y cáncer de pulmón.

ABSTINENCIA
Las personas que intentan dejar la marihuana presentan irritabilidad, dificultad para dormir, ansiedad, enojo, depresión, temblor muscular, aumento del apetito. También agresividad y actitud querellante que llega a su punto máximo aproximadamente a la semana después de haber consumido la droga por última vez.
La mayoría de los síntomas se desarrollan a las 10 horas, alcanzan su pico a las 48 horas luego de interrumpir el consumo y pueden durar entre 1 a 3 semanas, aunque existe gran variabilidad interindividual.

Los datos estadísticos de Argentina indican un aumento persistente de la prevalencia del uso de marihuana entre los estudiantes secundarios. Pero hay un punto muy importante: durante toda nuestra existencia pero fundamentalmente durante nuestro neurodesarrollo en la pubertad y adolescencia, se van formando redes neuronales que facilitan la formación de nuestra identidad y el armado de nuestra biografía, con un esquema propio e irrepetible. Esto es alterado por el consumo de marihuana.

Las tasas mayores de consumo de marihuana se observan en los jóvenes entre los 18 a 34 años. Luego la prevalencia disminuye significativamente. Es decir que el mayor consumo de marihuana se da justamente en los momentos de mayor vulnerabilidad.

En estudios realizados se encontró que el 35% de los usuarios de marihuana reportaron no poder dejar de consumir cuando quisieron hacerlo; 24% continuaron consumiendo a pesar de reconocer que tenían problemas por el mismo; y 13% manifestaron no poder controlar su consumo.

Se calcula que el 10% de las personas que consumen marihuana se vuelven dependientes a esta. El número se eleva a uno cada 1 cada 6 usuarios que hayan empezado a usarla en la adolescencia.
La mayoría de las personas que consumen marihuana también fuman tabaco, lo que dificulta el cese de cualquiera de las dos sustancias.

La regulación legal del consumo de marihuana varía en distintos países, existiendo detractores como defensores de su despenalización.
Cuando el portador de marihuana es un adolescente o púber, el problema es más importante. Hay diferentes opiniones de cómo debe involucrarse el Estado en esta problemática.  Lo paradójico de esto es que desde las dos veredas, invocando ambos el valor de la vida, la persona humana, el respeto de sus derechos y libertades individuales; reivindican un hecho opuesto.

Así, los “curas villeros” luchan por evitar la despenalización, a la vez que con similares argumentos, otros grupos sociales la propician. Los primeros reclamando mayor presencia del Estado a través, al menos, de la sanción penal. Los segundos, justamente por lo inverso, por entender que el Estado debe desistir de un rol percibido como “represor” sobre una conducta ejercida por adultos responsables y que consideran legítima.
Solo en una cosa los dos posicionamientos concuerdan, la disyuntiva penalización/despenalización de la tenencia de marihuana para uso personal, es que en todos los casos la Ley Penal no soluciona ni sustituye lo que no se logró con la educación, con el sistema de salud y el trabajo digno.

Tanto la clínica como las investigaciones demuestran que el consumo de marihuana a largo plazo lleva a la adicción. Cuando se habla de adicción se quiere significar que el usuario tendrá dificultades para controlar el consumo, aunque este consumo interfiera en múltiples aspectos de su vida.

Fuentes consultadas:
Musacchio de Zan, Amelia/Ortiz Fragola, Alfredo – Drogadicción – Paidos – 1992
Heerlein L. Andrés – Psiquiatría Clínica - 2000
Serebrisky, Débora - Trastornos por sustancias – Editorial Sciens – 2014


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