jueves, 1 de enero de 2015

FIEBRE AMARILLA- Nota W3

FIEBRE AMARILLA


La fiebre amarilla comenzó a conocerse en el siglo XVII a consecuencia del tráfico de esclavos entre África Occidental y América. No se puede decir con seguridad dónde se inició la enfermedad.
Luego de esa época, la fiebre amarilla a partir de zonas endémicas provocó epidemias ocasionales en diversos países: en 1700 en España, más adelante en Norteamérica, en 1858 en Montevideo y en 1871 entre los meses de enero y junio otra muy grave en Buenos Aires que provoca alrededor de 14.000 víctimas. Esta epidemia ha quedado gravada en la historia de la ciudad.




La fiebre amarilla  y el dengue, son algunas de las enfermedades producidas por un grupo de virus llamados arbovirus, que son transmitidos al hombre por la picadura de artrópodos vectores hematófagos (mosquitos). Estos virus se multiplican en el cuerpo de los mosquitos y son eliminados en el momento de la picadura a través de sus glándulas salivales. La fiebre amarilla se caracteriza por quebrantamiento general, alta temperatura, dolores musculares y cefalea, ictericia (color amarillento de la piel), vómitos biliosos y el temido vómito negro o hematemesis. Hay tendencia a las hemorragias generalizadas. Puede presentarse en forma suave o inaparente, la forma común antes descripta y la fulminante o sobreaguda de extrema gravedad y letalidad.
El dengue se caracteriza por fiebre, decaimiento general, dolor de cabeza, náuseas y vómitos. Semeja un fuerte estado gripal. Si bien puede tener complicaciones, la evolución general es favorable.
La vía de transmisión de este tipo de enfermedades es el mosquito tipo Aëdes Aegypti.  A fines del siglo XX y comienzos del XXI se han realizado importantes campañas publicitarias en Argentina con medidas antiaëdes (pulverización de viviendas por ej.), y la lucha contra las larvas del mosquito suprimiendo todos los pequeños depósitos de agua domiciliarios y practicando un correcto drenaje de canales, cisternas, embalses etc..).

 En 1881 Carlos Finlay, médico cubano, emitió en La Habana la teoría de que la enfermedad era transmitida por mosquitos. En 1903, en la misma ciudad Walter Reed y una comisión de investigadores probó fehacientemente que el mosquito Aëdes Aeypti era el vector de la fiebre amarilla.
 Los países que más han sufrido la endemia de fiebre amarilla han sido Brasil, países de América Central y del Caribe y toda el África Occidental.
Las malas condiciones higiénicas de la ciudad, la falta de agua corriente y de sistemas de cloacas facilitaban la propagación de epidemias en el siglo XIX.
Las sufrieron Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro entre otras ciudades. Cada verano se esperaba la venida de algún terrible mal que parecían venir en las bodegas de algún navío venido de los trópicos.
En 1857, Montevideo se vio diezmada por la fiebre amarilla que pasó a Buenos Aires y causó trescientos muertos en dos meses.
En los campamentos del Paraguay, el cólera causó miles de víctimas entre aliados y paraguayos. Entre 1868 y 1869, provocó siete mil muertos en Buenos Aires.
Entre enero y junio de 1871, Buenos Aires fue azotada por la fiebre amarilla, que causó veinte mil muertos en total. Comenzó la epidemia en enero de 1871 y el 27 de ese mes hubo tres muertos en San Telmo, en la calle Bolívar al 1200; en febrero aumentaron a 22 las víctimas.

Ismael Bucich Escobar en su libro "De infortunios del pasado" (1932)dice: Una procesión desconcertante señalaban las estadísticas de la mortalidad porteña en los últimos días de febrero y los primeros de marzo de 1871. No había ya duda posible; el terrible flagelo de la fiebre amarilla reinaba en la ciudad y el número de víctimas era cada vez más crecido. Hasta el 28 de febrero se registraron 407 casos fatales..."
 "¿Cómo permanecer en ese foco de peligro? ¿Cómo no buscar en los aires incontaminados de la campaña una salvación que la prudencia más elemental aconsejaba?
Millares de personas coincidiendo en éstos pensamientos, abandonaron sus casas de la ciudad para refugiarse en las quintas de los alrededores, en los pueblos cercanos y aún en las estancias de la pampa.....En un solo día, el 2 de marzo, la boletería de la estación Parque del Ferrocarril Oeste expendió 4000 boletos, correspondientes a otras tantas personas que huían hacia las afueras. Y como consecuencia inherente a este éxodo se abarrotaron los pequeños pueblos de los alrededores, al punto de que...en ellos no había ni casa, ni rancho, ni cueva desocupada".
Se dijo que el humo podía ser elemento eficaz para purificar el aire de tanta molécula malsana que lo alteraba, y cada noche se elevaban, en medio de las calles, inmensas hogueras donde chicos y grandes arrojaban los combustibles más heterogéneos, y a las cuales contribuían las comisiones vecinales de higiene aportando barricas de alquitrán.
El humo envolvía las viviendas, y en el fondo tétrico de la ciudad silenciosa se elevaban las llamaradas de las fogatas, como pedidos de socorro a una Providencia que parecía haberse olvidado de los porteños.
Para completar el cuadro surgieron de improviso bandas de rateros y ladrones que, al amparo de las sombras, penetraban en las casas abandonadas por sus moradores y se apoderaban de lo que podían. Eran los chacales que acompañan a la humanidad en sus grandes desventuras, y que se nutren con los despojos de todas las tragedias".

Ismael Bucich Escobar: Periodista argentino que nació en Buenos Aires en 1888. Es autor de Historia de los presidentes argentinos, Visiones de la gran aldea, etc.. Falleció en 1945.

El doctor Eduardo Wilde afirmó que se trataba de fiebre amarilla el 23 de febrero. A partir del 6 de marzo la epidemia adquirió una violencia inusitada causando cien víctimas diarias. El 13 de marzo hubo un mitin popular en la Plaza de la Victoria y se formó la Comisión Popular presidida por el doctor Roque Pérez.
Todos los diarios, menos La Prensa y La Nación, dejaron de aparecer.  El general Mitre y sus hijos permanecieron en la ciudad, y todos enfermaron del mal y curaron. El 19 de marzo, el presidente Sarmiento se alejó de Buenos Aires y el vice - presidente Alsina hizo lo mismo.
El terror cundió y evacuaron la ciudad, de 190.000 habitantes, decenas de miles de ellos, quedando sólo 45.000.  La gente se instaló en los pueblos de los alrededores como Flores o Belgrano, y otros se alejaron aún más.
La ciudad estaba desierta, y las casas y negocios abandonados. Los hospitales completos con enfermos y el Estado arrendó el Hospital Italiano.
Cuando se colmó el Cementerio Sur, el gobierno provincial compró siete hectáreas en el lugar conocido como Chacarita de los Colegiales, y allí en grandes zanjas, se enterraron miles de muertos con capas de cal.
El Ferrocarril Oeste habilitó un ramal hasta el nuevo cementerio, el 14 de abril, para llevar los cuerpos de las víctimas. Dos viajes diarios realizaba La Porteña (locomotora que se conserva en el Museo de Transportes de Luján) con los muertos que recogían los carros de basura en las calles de la ciudad. No había más cajones y las víctimas eran apiladas en esos carros.
El 9 de abril murieron 501 personas. El 2 de junio ya no hubo muertos. La epidemia había terminado.


Guillemo R. Pinotti

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