jueves, 1 de enero de 2015

INTRUSA - CUENTO


Intrusa


Extraño presentimiento tuvo Jimena cuando Jorge la citó en un lugar distinto al que ellos acostumbraban.
Buscando que la incertidumbre y el miedo se esfumaran, eligió caminar desde Plaza Once hasta Medrano, cuando salió de la oficina.
Como seres invisibles, un sinfín de gente apresurada pasaba a su lado sin que sus sentidos lograran registrarlo.
Entró en la confitería, eligió una mesa al costado del salón y, con la vista fija en el cristal de la puerta, una penosa espera la acompañó hasta la llegada de Jorge.
Al verlo entrar, y al observar su rostro, Jimena supo que ambos compartían el temor a ese encuentro. Se saludaron con un beso y se sentaron. El pedido de té con tostadas para dos, dejó a un lado el silencio. Tomando a Jimena de las manos, Jorge, con voz entrecortada, trató de explicar el motivo del encuentro:

-Amorcito, tengo que decirte algo que no puedo demorar más dentro de mí...

-Bueno, te escucho. Nos conocemos demasiado como para que eso se convierta en un misterio -contestó Jimena.

Jorge respiró profundo, la miró a los ojos y, en forma casi automática,dio lugar a esas palabras que había pensado tantas veces cómo decir:

-Me siento raro, Jimena, incertidumbre por cosas que pueden pasar..., culpa porque puedo hacer mal a otros... y sobre todo a vos...

-Si querés decirme que lo nuestro terminó, no hagas tantos rodeos.

Te noto diferente desde hace tres meses; los mensajes al celular cada vez más espaciados, la frialdad de tu voz cuando hablamos por teléfono, la distancia que se siente aún cuando estamos abrazados...

-No te equivoques, Jimena -interrumpió Jorge-; yo no haría nada que a vos te duela… que no sea lo mejor para tu vida.

-¡Pero qué cuento me querés vender! ¡¿Dónde están nuestros proyectos de vida juntos, los hijos que íbamos a tener?! ¿Olvidaste cuánto he dado para que estemos juntos?

-Nada olvidé, mi amor -intentó decir Jorge, bajando el tono de voz-. Hay algo que se interpuso entre nosotros y que todo lo haría diferente. Resulta difícil decirte que...

-¡Tenés otra mujer! -interrumpió Jimena-. ¡No es tan difícil! ¡Decime! ¡No seas cobarde!

Jorge miró a su alrededor. Todos los presentes, en silencio y mirando de costado, disimulaban su interés en escuchar el final de la conversación.
La llegada del té obligó a una tregua y, luego de endulzar el suyo, Jorge intentó reconstruir la charla:

-Está conmigo no hace mucho tiempo. Cambió mi vida. No soy el mismo… y no sé si vos comprenderías que sólo conviviendo, tal vez, los tres juntos...

- ¡Basta! ¡¿Qué me estás diciendo?! ¡No lo puedo creer! -gritó Jimena y con el puño golpeó la mesa-. Esto debe ser un sueño, una pesadilla...

-Quizás mejor me voy -sugirió Jorge.

-Por favor -suplicó Jimena-, quisiera que tengas la valentía y me digas quién es la que hace que pierda a quien tanto amo... quién se lleva mis ilusiones, quién destruye mi vida...

De pie y ahogado en llanto, Jorge comprendió en aquel momento cuánto quería a Jimena. Pero no dudó en su decisión, y a punto de marcharse, respondió lo que ella le pedía:

-No sé cuándo la conocí, pero se instaló en mi vida; también se llevó mis ilusiones. Su nombre es Sida.



Chivilcoy, 2012

Copyright © Guillermo Rodolfo Pinotti, 2012.
Todos los derechos reservados.
ISBN: 978-987-33-2139-9
Supervisión editorial: María del Valle Grange.
Hecho el depósito que fija la Ley 11.723.
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina.
Impresiones GraFer (Chivilcoy), 2012.

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