jueves, 1 de enero de 2015

MARTINA DE TRUJUI - CUENTO


Martina de Trujui




 Cosa rara es el destino. Así puede llamarse a la casualidad, la suerte o a las circunstancias que a uno le tocan vivir. Simplemente porque no siempre se puede elegir. Nacer es como despertarse cayendo en un abismo sin saber dónde el viento nos permitirá aterrizar, rezando para que el paracaídas que nos tocó se abra a tiempo y evite un comienzo estrellado.


La vida parió a Martina en una villa tras el arroyo Las Catonas. Una casita de madera, chapa y cartón fue su pesebre. El frío dolía cada noche al penetrar hasta los huesos, y al calor de la salamandra se dormía con la última brasa encendida. Acurrucada sobre colchones tirados en el piso, dormía junto a sus cuatro hermanos dándose abrigo mutuamente. Espiaba por recovecos entre las mantas, y miraba el cielorraso improvisado con un plástico negro que, sostenido con tachuelas, atajaba las gotas de agua que atravesaban las chapas cuando caía la helada en la madrugada.
Su madre partió un día y nunca tuvo una explicación que la convenciera. Su padre trabajaba como peón en un aserradero y le decía a veces que aquélla había regresado a Tucumán con su familia; otras, que había enfermado y difícilmente volvería, porque estaba internada.
A sus diez años, la escuelita era su contención. Guardaba una estampita de la Virgen de Luján entre las hojas de su cuaderno, único legado de su mamá, que la mantenía presente y la hacía sentirse cuidada.
Entre hojas zurcidas armó un borrador y escribía su libro diario,
testimonio de sus angustias y alegrías, sus esperanzas y su dolor.

Virgencita querida:

Tengo algo que me provoca malestar con esta situación nueva. Es como si me sintiera traicionada, aun sin saber qué pasará. Una sensación me oprime el estómago y también cerca de mi corazón. Hay algo detrás de todo esto que me hace sentir incómoda. Aunque sea dura, te ruego me muestres la verdad, porque necesito sacarme este dolor que nace entre tantas verdades y mentiras. Te suplico me dejes ver si pasa algo malo.
Si sabes que esto es terrible para mí, sácalo ya... no importa el tiempo perdido. Nunca pediré explicaciones, porque sabré que es tu respuesta a mis pedidos y confío en ti. Necesito saber qué cosas están pasando, si debo dar un paso al frente o al costado. Muchas veces me he visto abrazándote y llorando. Todo era una luz maravillosa. Siento tu presencia. La imagen vivida, de tus manos acariciándome la cabeza, es una de las cosas que me hicieron sentir que siempre estás a mi lado y que soy especial para ti. Me diste la posibilidad de sentirme tan chiquita y tan grande en tus brazos. Esa calma y esa paz sólo la tengo cuando te pienso y cuando te hablo.
No sé por qué a veces odio tanto, Señora mía. Horribles cosas vividas me angustian, irritan, enferman. No sé como lo voy a superar.

Martina creció siendo madre de sus hermanos más pequeños como pudo. Su padre ahogó en alcohol sus carencias y sus responsabilidades jamás asumidas, y la sociedad indiferente dejó que se derramara el agua de la solidaridad, durmiendo el tiempo las promesas de los años jóvenes.
El amor llegó por primera vez a su vida cuando un encuentro adolescente le obsequió un ramito de flores silvestres recogidas junto al arroyo y, caminando hasta el colegio, culminó con un beso tímido en sus labios.

¡Qué grandes son mis sueños! Apenas caben en mí. Toda una vida esperando lo que parecía imposible y al fin te das cuenta que todo es cuestión de tiempo, de Fe, de esperanza.
Me gustan mis sueños, los que imagino cuando estoy despierta y me hacen sonreír. A veces me siento rara, no logro entenderme. Paso tanto tiempo mirando la nada. Muchas veces me pierdo en el silencio y otras en el murmullo que inunda la mente transportándome a un abismo inexplicable. Imprevisible es el amor. Tanto nos da pasión, dolor, alegría, soledad, entusiasmo, desilusiones, inquietud, desesperanza, sueños, ausencias…

Pero el camino de su vida se anegó con incertidumbre, respuestas que nunca llegaron y el hambre como nueva compañía. Sus hermanos tomaron de la noche sus desdichas, y de ellas fantasearon sus riquezas, con penurias canjeadas como votos que los lobos pagaron con mentiras.
La historia de sus padres y sus abuelos se escribió con humildad y con carencias. De la nada, nada viene… y la nada fue su herencia. Nunca sabrá quién ha creado a los humildes. Tampoco quién los cargó de tristezas, ni el porqué de quienes hablan por ellos para seguir vigentes; ni la razón de su transcurrir doloroso e indigno. Escribía Martina sus ruegos, y sus lágrimas, tratando de olvidar, diluían la tinta en el papel.

¡Cuánto digo y que poco hago! Escribo en este cuaderno esperando respuestas, como si alguien me escuchara. ¡Qué loca me siento hablando sin solucionar nada! Como siempre, me doy cuenta de que sola no soy nadie. Me desplomo y me quedo totalmente sin rumbo. Sé lo que me provoca náuseas, la amargura del silencio.
¿Tanto puede costar el diálogo? ¿Tanto una simple respuesta? ¿Qué pasa por las mentes de quienes te dejan a un lado? ¿Por qué duele tanto la realidad?
La soledad es destructiva y la rutina destruye aún más. ¿Por qué temo siempre ser engañada? ¿Acaso todos están enfermos? No quiero creer que el mundo está enfermo. Quiero creer en el amor, en la felicidad, en la certeza que somos sanos en cuerpo y espíritu. Quiero estar libre de temor y tener paz interior; saber que todo está en orden…
Mi primer acoso sexual fue a los catorce años, por un borracho amigo de mi papá. El segundo por un hombre que llamábamos tío. Me tocaba y… Tenía yo apenas catorce años y sueños de algodón...
El tercero fue el encargado del aserradero donde trabajaba mi papá. Todavía iba a la escuela… tenía quince años. Horrible pesadilla aquello. Me decía que si yo hablaba, mi papá se quedaría sin trabajo.
A los dieciséis años, me enviaron con un patrón para cuidar a sus hijos en Buenos Aires. Éste, con un amigo, me drogó y me violaron. A los diecisiete años me fui de mi casa sin rumbo y, para los dieciocho, ya era una prostituta.
Estuve en un cabaret en Castelar y enfermé gravemente. Hoy tengo treinta y dos años, no puedo ser mamá. Me robaron todo, mi niñez, mi adolescencia y la posibilidad de formar una familia.
¿Quién me robó todo? El silencio y el miedo me destruyeron. Los maltratos de mi padre alcohólico, me llenaron de confusión e impotencia.

Martina se levantó mal. No sabía por qué. No sentía fuerzas para seguir. Una especie de mareo y vacío en la cabeza la aplastaba.
El pasado la atormentaba y no podía dejarlo atrás. Se sentía incapaz de luchar por una vida mejor.
Pero vino un viento nuevo que abrigó su corazón, el reencuentro con su primer amor, el de los días felices y espíritu con ilusión.

Apareciste sin pensarlo. Fue el destino quien nos quiso reunir. Algún camino de otro tiempo más feliz, te trae de nuevo aquí. Mi vida amaneció y la luz del universo se encendió en mi rostro. Me dijiste: “Aquí estoy yo” y te conocí como la primera vez.

Quédate, no te vayas como ayer. Te fuiste entonces y yo, en mis sueños, tantas veces te busqué. Quédate, no me dejes sola nuevamente, no me lances al abismo, por favor. La noche es larga si no estoy contigo. Que no vuelva el frío del adiós.

Pero tuvo memoria feroz la vida, sin piedad ni compasión. No llegó el milagro de su hijo, que igual vivió en su sentimiento y la acompañó en su camino interior. Tampoco amar sin condición tuvo respuesta sincera y, otra vez en soledad, crecieron sus afectos
íntimos en sus sueños, impregnando su fantástica realidad:

Te esperé, hijo. Pensé que por fin había llegado el momento. Parece que mamá no puede encontrarte. ¡Qué tonta me siento! Estuve soñando con dar la noticia y sola esperarte los nueve meses. Pero no será y estoy llena de angustia. Creí que Dios y la Virgen se habían ocupado de mí… pero quizá no es el tiempo. ¿Será que debo sentirte así? ¿Será mi destino encontrarte en tantos niños que adoro y alegran mi vida? Ayúdame desde donde estás.

Regresó Martina a la villa y su lucha fue trabajar en el merendero que creó junto a un grupo de vecinos, con la convicción que los peldaños de la escalera para trepar a una nueva vida debían construirse con madera propia. Sus manos estuvieron para siempre extendidas al cielo, esperando recibir con afecto algún paracaídas errante que con viento descarriado, aterrizara en la indigencia. Caminar junto al arroyo con su perro Bobi fue su alegría,
recitando los versos con que cerró su libro diario:

“Yo soy la primera y la última,
soy la venerada y la despreciada,
la prostituta y la santa,
la esposa y la virgen.
Yo soy la madre y la hija,
soy la mujer estéril
y numerosos son mis hijos.
Yo soy la que da a luz
y la que jamás procrea.
Soy el consuelo de los dolores de parto,
soy la esposa y el esposo.
Yo soy la madre de mi padre
y la hermana de mi esposo,
y él… es mi hijo rechazado.
Respetadme siempre…
porque soy la escandalosa
y la magnífica.”




 
grpinotti.letrasycuentos@yahoo.com.ar


Chivilcoy, 2012

Copyright © Guillermo Rodolfo Pinotti, 2012.
Todos los derechos reservados.
ISBN: 978-987-33-2139-9
Supervisión editorial: María del Valle Grange.
Hecho el depósito que fija la Ley 11.723.
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina.
Impresiones GraFer (Chivilcoy), 2012.

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