CIELO BLANCO
Guillermo R, Pinotti - °Derechos Reservados - Dirección Nacional del Derecho de Autor - Argentina-
Guillermo R, Pinotti - °Derechos Reservados - Dirección Nacional del Derecho de Autor - Argentina-
Muchas veces sentí frío en aquellas mañanas con heladas intensas, cuando pequeño, mi
madre me acompañaba hasta la escuela. Camino de tierra que al principio era un sendero
estrecho, y luego se ensanchaba llegando a la puerta con rejas verdes, la entrada al colegio.
Pero jamás sentí mis piernas y mis pies congelados como
ahora. Los quiero mover y no puedo. No los siento. Quizás esté delirando,
pienso. Porque mi espalda, pegada contra el lecho, hierve, quema, mientras mi
cuello lucha en vano por levantar la cabeza y pedir auxilio no se a quién.
Entre cortinas o velos difusos, la medialuz del ambiente no me deja ver que hay
a mi lado. Ni adelante. Y tampoco atrás. Pero un monótono ruido ronco, continuo
y permanente, al modo de la marcha de un reloj disfónico, me indica que ahí
nomás hay algo vivo.
A la distancia, en el extremo de la habitación donde estoy,
detrás de una luz pálida y fija, se oye el murmullo de personas que quizás nos
vigilan. No entiendo lo que dicen, pero de tanto en tanto se ríen, y callan
luego unos minutos.
Cierro los ojos y ya no puedo abrirlos. Pero no duermo. No
recuerdo cuándo llegue aquí y, por momentos, dudo si estaré vivo o muerto.
¿Quizás sea esto el purgatorio y esta duda mi eternidad?
Se queja alguien detrás de mí y luego se silencia, después
una sibilante espiración me asusta. Tengo miedo. Quiero gritar y no puedo. Mi
boca totalmente seca y mis labios resquebrajados no encuentran alivio por la
sed intensa que me aplasta y me consume.
Recuerdo un sencillo vaso de agua fresca y es un tormento. O
tal vez un trozo de hielo que se derrita en mi boca y despegue la lengua del
paladar. Quiero gritar nuevamente… y no puedo. Pasan las horas, o quizás los
días o los meses, y descubro, que no hay dolor en la muerte sino en la incertidumbre
de sentir que me estoy muriendo.
El tiempo no existe y a la vez es eterno. Todo esto es una
locura. Me escapo en mis pensamientos y entretengo con recuerdos lejanos que me
llevan hasta la biblioteca de mi escuela primaria. Veo el esqueleto colgado en
el rincón junto a un escritorio, pero no me asusta como entonces. Un timbre
como una alarma invade el lugar y lo asocio con el recreo. Los niños corren
hacia el carro que trae jarros de aluminio con mate cocido caliente e intento
tomar uno. Pero el frío persiste y se hace más intenso.
Intento tocar con mis manos la cara. Pero están sujetas.
Alguien las sostiene y no me suelta; y en esa lucha desesperada me desvanezco
hallando un poco de paz.
De pronto, una luz intensa me despierta. Abro los ojos y un
techo blanco y resplandeciente es mi cielo. Dos hombres vestidos con uniforme
blanco y otro de gris, cargan con el cuerpo desnudo de un hombre viejo y, la
voz de una mujer que no veo dice: “Entró ayer temprano muy grave y se fue
anoche a las tres.”
Me inquieto y comienzo a moverme desesperadamente. Volteo la
cabeza hacia la derecha y un cartel indicador sobre la puerta, en letras
blancas y fondo verde, a todo el que miraba decía: “Silencio, terapia
intensiva”. Todavía hay esperanza… estoy vivo.
Guillermo R, Pinotti - °Derechos Reservados - Dirección Nacional del Derecho de Autor - Obra Inédita -Argentina-
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