jueves, 1 de enero de 2015

NOTA 2: CREATIVIDAD, ARTE Y LOCURA - CAMILLE CLAUDEL


Algunos personajes padecieron distintos tipos de insania y, sin embargo, trascendieron por su genio y por sus obras. Para algunos de ellos, los momentos de mayor creatividad coincidieron con las manifestaciones más agudas de su enfermedad.

Ante estas personalidades, surge el interrogante de cómo habría sido su actividad creativa de haber estado psíquicamente sanas ¿Fue la enfermedad una fuerza esencial que los llevó a incursionar en terrenos donde nadie se animaría, o los impulsó a trabajar intensamente para escapar de sus delirios? Quizás el lector tenga la respuesta. 



LOS DEMONIOS EN LA PIEDRA

CAMILLE CLAUDEL (1864 – 1943)



En el museo Dorsay de París, entre las obras de Camille Claudel, se encuentra la escultura de un hombre desnudo de edad madura que una joven también desnuda y suplicante intenta retener. El hombre le da la espalda tratando de alejarse, arrastrado por una anciana. Este hombre es Rodin, la joven desnuda es Camille Claudel y la anciana es Rose Beuret, otra amante de Rodin a quien Camille, en su odio, envejeció en el bronce. El conjunto artístico es una síntesis perfecta de la tormentosa vida de Camille Claudel junto a su maestro y amante, una vida atravesada por la sombra permanente de la otra mujer: la “amante estable”. Camille Claudel pasó los últimos treinta años de su vida en el manicomio de Montdevergues. Nadie la fue a visitar, ni siquiera su familia, probablemente por presión de su madre, quien nunca toleró que su hija se dedicara a actividades totalmente ajenas a las convenciones de su tiempo. Fue su hermano Paul, el reconocido novelista, quien percibió la habilidad que tenía Camille para formar figuras de notable plasticidad y logró que ingresara en una academia de arte de París. Esta actitud generosa y noble de Paul Claudel quedaría empañada mucho después cuando se negó a visitarla o a retirarla del asilo pese a que Camille se había recuperado considerablemente. La pasión y el tormento siendo muy joven, en 1883, Camille incursionó en el taller de Auguste Rodin, quien la perfeccionó como artista y pronto se transformó en su amante. Las fotos en tono sepia de la época nos muestran que por entonces, Camille era una mujer de belleza inocente y mirada lánguida. Con Rodin, ella vivió momentos de pasión y felicidad así como de enorme sufrimiento, ya que el revolucionario artista de las artes plásticas no se percataba, en su egocentrismo, del daño que le producía a Camille, que en ese entonces era una ingenua jovencita de 25 años. Porque Rodin, además de estar casado, era promiscuo y cortejaba a varias mujeres. Una de ellas se trasformó en su amante estable y fue quien finalmente se quedó con el trofeo, es decir, con el corazón del artista. Había otra cuestión tanto o más grave en esa tormentosa relación. Según se desprende de la correspondencia de Camille, ella solía quejarse de que, ante terceros, Rodin la subestimaba como artista e, incluso, había mostrado como suyas algunas obras moldeadas por la joven. Porque si bien el arte de Camille poseía la influencia y el estilo de su maestro, sus obras eran magníficas en creatividad y belleza, y Rodin no toleraba que nadie a su alrededor pudiera socavar en lo más mínimo su fama y su prestigio. Cuando se comparan algunas de las obras de ambos, a veces es difícil determinar si el maestro se copió de la alumna o viceversa. Es probable que esta actitud mezquina de Rodin hiciera que Camille pasara casi inadvertida para sus contemporáneos y que solamente después de muerta se reconociera su talento. También hubo lugar para otros reproches. Por ejemplo, las humillaciones a las que la sometió Rodin, quien solía exhibirse con otras mujeres delante de ella. Él trataba de compensar su comportamiento con numerosas promesas verbales y escritas de que abandonaría a su amante, cosa que nunca cumplió. Finalmente Camille, cansada del desprecio, abandonó a Rodin. Es probable que por entonces empezaran sus manifestaciones de desequilibrio mental. Esculpir la locura encerrada en su estudio, esculpió frenéticamente numerosas obras, la mayoría de las cuales destrozó con sus propias manos. Descuidó el aseo, su arreglo personal y la alimentación. Los vecinos del taller solían escuchar sus quejidos a cualquier hora del día. Camille perdió su belleza y su única relación era la que mantenía con las decenas de gatos que vagabundeaban por el estudio. Una día, por orden de su familia –posiblemente de su madre– varios enfermeros lograron echar la puerta abajo, le colocaron un chaleco de fuerza y la ingresaron a un sanatorio psiquiátrico en las vecindades de parís, lugar del cual ya no volvería a salir. Se le diagnosticó “una sistemática manía persecutoria acompañada de delirios de grandeza”. El 19 de octubre de 1943, la artista murió en el sanatorio de Montdevergues “por haber tratado de ser Camille y mujer, Camille y artista, Camille y amante y libre”, como ella misma describió su confinamiento.

Ediciones científico-técnicas srl.




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