Algunos personajes padecieron distintos tipos de insania y, sin embargo,
trascendieron por su genio y por sus obras. Para algunos de ellos, los momentos
de mayor creatividad coincidieron con las manifestaciones más agudas de su
enfermedad.
Ante estas personalidades, surge el interrogante
de cómo habría sido su actividad creativa de haber estado psíquicamente sanas
¿Fue la enfermedad una fuerza esencial que los llevó a incursionar en terrenos
donde nadie se animaría, o los impulsó a trabajar intensamente para escapar de
sus delirios? Quizás el lector tenga la respuesta.
LOS DEMONIOS EN LA PIEDRA
CAMILLE CLAUDEL (1864 – 1943)
En el museo Dorsay de París, entre las obras de
Camille Claudel, se encuentra la escultura de un hombre desnudo de edad madura
que una joven también desnuda y suplicante intenta retener. El hombre le da la
espalda tratando de alejarse, arrastrado por una anciana. Este hombre es Rodin,
la joven desnuda es Camille Claudel y la anciana es Rose Beuret, otra amante de
Rodin a quien Camille, en su odio, envejeció en el bronce. El conjunto
artístico es una síntesis perfecta de la tormentosa vida de Camille Claudel
junto a su maestro y amante, una vida atravesada por la sombra permanente de la
otra mujer: la “amante estable”. Camille Claudel pasó los últimos treinta años
de su vida en el manicomio de Montdevergues. Nadie la fue a visitar, ni
siquiera su familia, probablemente por presión de su madre, quien nunca toleró
que su hija se dedicara a actividades totalmente ajenas a las convenciones de
su tiempo. Fue su hermano Paul, el reconocido novelista, quien percibió la
habilidad que tenía Camille para formar figuras de notable plasticidad y logró
que ingresara en una academia de arte de París. Esta actitud generosa y noble
de Paul Claudel quedaría empañada mucho después cuando se negó a visitarla o a retirarla
del asilo pese a que Camille se había recuperado considerablemente. La pasión y
el tormento siendo muy joven, en 1883, Camille incursionó en el taller de
Auguste Rodin, quien la perfeccionó como artista y pronto se transformó en su
amante. Las fotos en tono sepia de la época nos muestran que por entonces, Camille
era una mujer de belleza inocente y mirada lánguida. Con Rodin, ella vivió
momentos de pasión y felicidad así como de enorme sufrimiento, ya que el
revolucionario artista de las artes plásticas no se percataba, en su
egocentrismo, del daño que le producía a Camille, que en ese entonces era una
ingenua jovencita de 25 años. Porque Rodin, además de estar casado, era
promiscuo y cortejaba a varias mujeres. Una de ellas se trasformó en su amante
estable y fue quien finalmente se quedó con el trofeo, es decir, con el corazón
del artista. Había otra cuestión tanto o más grave en esa tormentosa relación. Según
se desprende de la correspondencia de Camille, ella solía quejarse de que, ante
terceros, Rodin la subestimaba como artista e, incluso, había mostrado como
suyas algunas obras moldeadas por la joven. Porque si bien el arte de Camille
poseía la influencia y el estilo de su maestro, sus obras eran magníficas en
creatividad y belleza, y Rodin no toleraba que nadie a su alrededor pudiera
socavar en lo más mínimo su fama y su prestigio. Cuando se comparan algunas de
las obras de ambos, a veces es difícil determinar si el maestro se copió de la
alumna o viceversa. Es probable que esta actitud mezquina de Rodin hiciera que
Camille pasara casi inadvertida para sus contemporáneos y que solamente después
de muerta se reconociera su talento. También hubo lugar para otros reproches. Por
ejemplo, las humillaciones a las que la sometió Rodin, quien solía exhibirse
con otras mujeres delante de ella. Él trataba de compensar su comportamiento
con numerosas promesas verbales y escritas de que abandonaría a su amante, cosa
que nunca cumplió. Finalmente Camille, cansada del desprecio, abandonó a Rodin.
Es probable que por entonces empezaran sus manifestaciones de desequilibrio
mental. Esculpir la locura encerrada en su estudio, esculpió frenéticamente
numerosas obras, la mayoría de las cuales destrozó con sus propias manos. Descuidó
el aseo, su arreglo personal y la alimentación. Los vecinos del taller solían
escuchar sus quejidos a cualquier hora del día. Camille perdió su belleza y su
única relación era la que mantenía con las decenas de gatos que vagabundeaban
por el estudio. Una día, por orden de su familia –posiblemente de su madre–
varios enfermeros lograron echar la puerta abajo, le colocaron un chaleco de fuerza
y la ingresaron a un sanatorio psiquiátrico en las vecindades de parís, lugar
del cual ya no volvería a salir. Se le diagnosticó “una sistemática manía
persecutoria acompañada de delirios de grandeza”. El 19 de octubre de 1943, la
artista murió en el sanatorio de Montdevergues “por haber tratado de ser
Camille y mujer, Camille y artista, Camille y amante y libre”, como ella misma
describió su confinamiento.
Ediciones científico-técnicas
srl.
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