jueves, 1 de enero de 2015

NOTA 5: CREATIVIDAD, ARTE Y LOCURA - GUY DE MAUPASSANT


Algunos personajes padecieron distintos tipos de insania y, sin embargo, trascendieron por su genio y por sus obras. Para algunos de ellos, los momentos de mayor creatividad coincidieron con las manifestaciones más agudas de su enfermedad.

Ante estas personalidades, surge el interrogante de cómo habría sido su actividad creativa de haber estado psíquicamente sanas ¿Fue la enfermedad una fuerza esencial que los llevó a incursionar en terrenos donde nadie se animaría, o los impulsó a trabajar intensamente para escapar de sus delirios? Quizás el lector tenga la respuesta. 


EL HORLA

Guy de Maupassant

Tourville-sur-Arques,1850-París, 1893.

(Fragmentos)


Maupassant fue admirador y amigo de Gustave Flaubert, a quien conoció en 1867, y también frecuentó a Ivan Turgénev y Émile       Zola.
En 1880 publicó su primera obra, Boule de suif (Bola de sebo), que le otorgó notoriedad en el mundo literario. Fue autor de mas de trescientos cuentos y relatos. Sus temas favoritos fueron los campesinos normandos, los pequeños burgueses, la mediocridad de los funcionarios, la guerra franco – prusiana de 1870, las aventuras amorosas, las alucinaciones de la locura y sus cuentos de terror en los que evidencia la presencia obsesiva de la muerte, el desvarío y lo sobrenatural, género en el que es reconocido como maestro, a la altura de Edgar Allan Poe. La Casa Tellier (1881), Los cuentos de la becada (1883) o El Horla (1887), son algunos ejemplos de ello en los que se transparentan los primeros síntomas de su enfermedad. También publicó novelas como Una vida (1883) y la aclamada Bel-Ami (1885). Menos conocida es su faceta como cronista de actualidad en los periódicos de la época.
Atacado por graves problemas nerviosos, síntomas de demencia y pánico – reflejados en varios de sus cuentos – y a consecuencia de la sífilis, Maupassant intentó suicidarse el primero de enero de 1892 y fue internado en la clínica parisina del doctor Blanche, adonde murió un año más tarde.

8 de mayo. - ¡Que hermoso día! He pasado toda la mañana tendido sobre la hierba delante de mi casa, bajo el enorme plátano que la cubre, la resguarda y le da sombra. Adoro esta región, y me gusta vivir aquí porque he echado raíces aquí, esas raíces profundas y delicadas que unen al hombre con la tierra donde nacieron y murieron sus abuelos, esas raíces que lo unen a lo que se piensa y a lo que se come, a las costumbres como a los alimentos, a los modismos regionales, a la forma de hablar de sus habitantes, a los perfumes de la tierra, de las aldeas y del aire mismo.
Adoro la casa donde he crecido. Desde mis ventanas veo en el Sena que corre detrás del camino, a lo largo de mi jardín casi dentro de mi casa, el grande y ancho Sena, cubierto de barcos, en el tramo entre Ruán y El Havre..

11 de mayo.- Tengo algo de fiebre desde hace algunos días. Me siento dolorido o más bien triste. ¿De dónde vienen esas misteriosas influencias que transforman nuestro bienestar en desaliento y nuestra confianza en angustia? Se diría que el aire, el aire invisible, está poblado de lo desconocido, de poderes cuya misteriosa proximidad experimentamos. ¿Por qué al despertarme siento una gran alegría y ganas de cantar, y luego sorpresivamente, después de dar un corto paseo por la costa, regreso desolado como si me esperara una desgracia en mi casa? ¿Tal vez una ráfaga fría al rozarme la piel me ha alterado los nervios y ensombrecido el alma? ¿Acaso la forma de las nubes o el color tan variable del día o de las cosas me han perturbado el pensamiento al pasar por mis ojos? ¿Quién puede saberlo? Todo lo que nos rodea, lo vemos sin mirar, lo rozamos inconscientemente, lo tocamos sin palpar y lo que encontramos sin reparar en ello, tiene efectos rápidos, sorprendentes e inexplicables sobre nosotros, sobre nuestros órganos y, por consiguiente, sobre nuestros pensamientos y nuestro corazón.

16 de mayo.- Decididamente, estoy enfermo. ¡Y pensar que estaba tan bién el mes pasado! Tengo fiebre, una fiebre atroz, o, mejor dicho, una nerviosidad febril que afecta por igual el alma y el cuerpo. Tengo continuamente la angustiosa sensación de un peligro que me amenaza, la aprensión de una desgracia inminente o de la muerte que se aproxima, el presentimiento suscitado por el comienzo de un mal aún desconocido que germina en la carne y en la sangre.

18 de mayo.- Acabo de consultar al médico pues ya no podía dormir. Me ha encontrado el pulso acelerado, los ojos inflamados y los nervios alterados, pero ningún síntoma alarmante. Debo darme duchas y tomar bromuro de potasio.

25 de mayo.- ¡No siento ninguna mejoría! Mi estado es realmente extraño. Cuando e aproxima la noche, me invade una inexplicable inquietud, como si la noche ocultase una terrible amenaza para mí. Ceno rápidamente y luego trat de leer, pero no comprendo las palabras y apenas distingo las letras. Camino entonces de un extremo a otro de la sala sintiendo la opresión de un temor confuso e irresistible, el temor de dormir y el temor de la cama. Alas diez subo a la habitación. En cuanto entro, doy dos vueltas la llave y corro los cerrojos; tengo miedo…¿de qué?...Hasta ahora nunca sentía temor por nada… abro mis armarios, miro debajo de la cama; escucho… escucho… ¿qué?... ¿Acaso puede sorprender que un malestar, un trastorno de la circulación, y tal vez una ligera congestión, una pequeña perturbación del funcionamiento tan imperfecto y delicado de nuestra máquina viviente, convierta en un melancólico al más alegre de los hombres y en un cobarde al más valiente? Luego me acuesto y espero el sueño como si esperase al verdugo. Espero su llegada con espanto; mi corazón late intensamente y mis piernas se estremecen; todo mi cuerpo tiembla en medio del calor de la cama hasta el momento que caigo bruscamente en el sueño como si me ahogara en un abismo de agua estancada. Ya no siento llegar como antes a ese sueño pérfido, oculto cerca de mí, que me acecha, se apodera de mi cabeza, me cierra los ojos y me aniquila.
Duermo durante dos o tres horas, luego no es un sueño sino una pesadilla lo que se apodera de mí. Sé perfectamente que estoy acostado y que duermo… lo comprendo y lo sé… y siento también que alguien se aproxima, me mira, me toca, sube sobre la cama, se arrodilla sobre mi pecho y tomando mi cuello entre sus manos aprieta y aprieta… con todas sus fuerzas para estrangularme.


Trato de defenderme, impedido por esa impotencia atroz que nos paraliza en los sueños: quiero gritar y no puedo; trato de moverme y no puedo; con angustiosos esfuerzos y jadeante, trato de liberarme, de rechazar ese ser que me aplasta y asfixia, ¡pero no puedo!
Y de pronto me despierto enloquecido y cubierto de sudor. Enciendo una bujía. Estoy solo. Después de esa crisis, que se repite todas las noches, duermo por fin tranquilamente hasta el amanecer.

…………………………………………………………………………………

14 de agosto.- ¡Estoy perdido! ¡Alguien domina mi alma y la dirige! Alguien domina todos mis actos, mis movimientos y mis pensamientos. Ya no soy nada en mi; no soy más que un espectador prisionero y aterrorizado por todas las cosas que realizo. Quiero salir y no puedo. Él no quiere y tengo que quedarme, azorado y tembloroso, en el sillón donde me obliga a sentarme. Solo deseo levantarme, incorporarme para sentirme todavía dueño de mí. ¡Pero no puedo! Estoy clavado en mi asiento, y mi sillón se adhiere al suelo de tal modo que no habría fuerza capaz de movernos.
………………………………………………………………………………

19 de agosto.- Lo mataré. ¡Lo he visto! Anoche yo estaba sentado a la mesa y simulé escribir con gran atención. Sabía perfectamente que vendría a rondar a mi alrededor, muy cerca, tan cerca que tal vez podría tocarlo y asirlo. ¡Y entonces!... Entonces tendría la fuerza de los desesperados; dispondría de mis manos, mis rodillas, mi pecho, mi frente y mis dientes para estrangularlo, aplastarlo, morderlo y despedazarlo.
………………………………………………………………………

10 de septiembre.-…. ¿Y si no hubiera muerto? Tal vez sólo el tiempo puede dominar al Ser Invisible Y Temido. ¿Para qué ese cuerpo transparente, ese cuerpo invisible, ese cuerpo de Espíritu, si también está expuesto a los males, las heridas, las enfermedades y la destrucción prematura? ¿La destrucción prematura? ¡Todo el temor de la humanidad procede de ella! Después del hombre, el Horla. Después de aquel que puede morir todos los días, a cualquier hora, en cualquier minuto, en cualquier accidente, ha llegado aquel que morirá solamente un día determinado, al llegar al límite de su vida.
No… no… no hay duda, no hay duda… no ha muerto… Entonces tendré que suicidarme…

No hay comentarios:

Publicar un comentario