NOTA F: PENSANDO EN EDUCACIÓN
“Pensando en
educación” por Guillermo Pinotti
Nadie puede
desconocer la necesidad de la inclusión, la igualdad de oportunidades y la
búsqueda del bien común. Pero amontonar no es incluir. Si a un grupo o
población se le quiere brindar una educación para que estén en condiciones de
afrontar la vida con sus mejores herramientas y habilidades, debe haber un plan
específico orientado a que, en un lapso de tiempo, todos hayan recibido
educación en la medida de sus capacidades y en los tiempos necesarios para cada
uno. Reitero, amontonar no es incluir.
En un país con una
realidad social muy difícil y también heterogénea, con variables
socioeconómicas y culturales y necesidades diferentes, no se pueden hacer
planes educativos considerando todo como una gran aula donde distintas
necesidades, capacidades y realidades, merecen un tratamiento y una atención
especial. Emparejar amontonando tampoco es educar bien. Y menos si se nivela
hacia abajo. El caudal de conocimientos también es necesario para discernir,
porque desde la idea o concepto se elabora el pensamiento, y es desde la
comparación de dos pensamientos desde donde nacen las conclusiones producto del
razonamiento.
Un hombre es libre
solo cuando puede elegir y cuenta con conocimientos, pensamientos, posibilidad
de comparar y a través del razonamiento llegar a una conclusión. Herramienta
indispensable para la democracia. La inteligencia se define como la capacidad
de reacción ante una situación nueva, por lo tanto la rapidez de resolución
será para el que más conocimiento tenga para poder elaborar una comparación y
sacar su conclusión. Y los resultados desde hace muchos años en Argentina están
a la vista (incluyendo la década ganada), la habilidad para leer, escribir,
comprender un texto, caudal de conocimientos incorporados, etc., es muy pobre
para una amplia franja de alumnos que se gradúan. Y eso no es incluir.
Trabajé algunos años
con personas con capacidades diferentes en algunos talleres protegidos y,
siempre se educaba, orientaba y se le daba el tiempo necesario a cada uno para
que se desempeñe en su tarea. Algunos eran más rápidos y atentos que otros.
Había grupos aptos para algunas tareas y otros para actividades distintas. Pero
a nadie se le ocurría pensar que esta dedicación y enseñanza específica para
cada sector o grupo era discriminación. Tampoco si a algunos se debía dar más
tiempo para que realice correctamente su tarea. Y pienso: ¿Porqué a los que nos
decimos “aptos” o “normales” nos cae mal si a un alumno, cualquiera fuera la
variable en cuestión, no se lo puede agrupar de acuerdo a lo que necesita y, si
es necesario más tiempo que sus compañeros, tenga que recursar un año o
reiterar una materia por un nivel insuficiente al momento de ser evaluado?
Porque la verdadera inclusión se da cuando la meta es capacitar para que, en el
momento de aprovechar oportunidades, cada cual pueda ejercer en su máximo
rendimiento, la puerta que le abre la vida. Y para esto se necesita un exhaustivo
diagnóstico de situación, un plan apto para evaluar cuantitativamente y
cualitativamente en una unidad de tiempo fijada y ver la aptitud alcanzada por
los alumnos para desenvolverse en la vida, luchar por sus derechos y saber
responder a sus obligaciones.
Cada persona tiene
sus tiempos y sus talentos. Y los adultos nos permitimos eso, en el trabajo, en
nuestros hogares, en el club. Hasta cuando organizamos un asado y armamos un
equipo de fútbol para jugar el fin de semana. Cada uno en lo que le gusta y en
lo que mejor le sale. Cada cual en su rol y disfrutando unidos ese presente. Y
nadie se siente discriminado y cada uno en lo suyo y en la mejor manera
posible. ¿Por qué no respetamos la subjetividad, capacidades y necesidades
distintas de niños y jóvenes al momento de educarlos y en los tiempos y ámbitos
que necesitan? La igualdad pasa por el acceso sin diferencias al sistema
educativo (detrás de la cual hay una compleja madeja socioeconómica y
cultural), y la expresión equitativa laboral futura. Pero para formarse, cada
cual necesita su tiempo, su espacio específico, una dedicación y valoración
individual. Es la calidad del producto educativo lo que permitirá la inclusión
del alumno a la sociedad, cada uno con sus tiempos y en el grupo acorde para alcanzarlo.
Amontonar no es incluir. Y para valorar aptitudes hay que calificar. Y eso, en
un marco educativo correcto no es discriminar, es incluir optimizando
capacidades para trabajar por una sociedad justa y un país coherente.
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