EL FANTASMA DE HERMINIA
Guillermo R. Pinotti - °Derechos Reservados - Dirección Nacional del Derecho de Autor - Argentina.
La llamada de aquella mujer
desconocida al centro universitario cambió las cosas. Marilina, la secretaria, vaciló
y todavía duda por lo escuchado en esa oportunidad en el teléfono. Pudo haber
sido una broma. O quizás no. De lo que sí tiene certeza es de lo que contó
Mirta, la portera del lugar.
Y Mirta tiene antecedentes y
experiencia como trabajadora y conocedora del lugar. Hace no menos de veinte
años que trabaja en este edificio. Desde que se llamaba Instituto Herminia
Brumana. Por eso la secretaria le pidió su opinión:
-¿Te
puedo preguntar algo Mirta?
-Dale.
¿Qué te pasa?
-Recibí
ayer una llamada anónima. Dijo la mujer que había trabajado aquí hace tiempo
como mucama y quería saber si actualmente se escuchan pasos por las noches,
como cuando ella era empleada. Afirmó que muchos los habían oído y que tenía la
certeza que habitan en este lugar fantasmas.
Mirta
quedó atónita. La secretaria había tocado un tema que ella guardaba
celosamente. Pero creyó que había llegado el momento de confiarlo:
-Yo
nunca he visto nada. Pero por las tardecitas, cuando los alumnos y profesores
se retiran, hago un repaso de limpieza general, para luego barrer y apagar las
luces. Me ocurrió varias veces encontrar al regresar, pupitres levantados,
sillas cambiadas de lugar, luces apagadas; donde yo no lo había hecho… y pasos
detrás de mí; o quizás en el piso de arriba… como si alguien caminara con
zapatos que le van grandes, como chancleteando.
-¿Estas
segura Mirta? – Buscó confirmar la secretaria.
-¡Más
que segura! Y solo yo estaba. Se habían retirado todos. Fue en más de una
oportunidad. A veces pienso que es Herminia Brumana que está enojada…
-No
me imagino porqué, agregó la secretaria.
-El
lugar fue donado por ella para otra finalidad- continuó la portera. Recuerdo
que, en la entrada al edificio del viejo del hogar, había un cuadro enorme con
su imagen, un óleo muy fino. Y bajo él un armario con viejos papeles, actas
antiguas y pergaminos que eran una reliquia. ¡Quien sabe dónde fueron a parar!
-Sería
una posibilidad – aventuró Marilina, pero también puede ser un alma en pena.
Alguien que no encuentra paz entre este mundo y el más allá. Puede haber
alguien enterrado en algún rincón o historias ocultas jamás contadas.
-¡Eso,
eso! Contestó Mirta entusiasmada. Algo raro pudo pasar aquí y la víctima quiere
que se sepa.
El
rumor no tardo en llegar a Juan, el bufetero del centro universitario. El mismo
acostumbraba a llegar muy temprano por la mañana para preparar sándwiches, café
y otros quehaceres, y así tener listo lo necesario para atender a los primeros
alumnos y clientes del día.
Esa
costumbre la perdió el día que comenzó a encontrar también las cosas cambiadas
de lugar, la cafetera encendida y ruidos como de muebles que se corrían al
final de los pasillos. Y también a esa hora estaba solo. Al menos eso creía,
hasta que percibió el fluido etéreo de aquellos fantasmas.
Esta historia, convertida en leyenda urbana, quien
sabe por qué motivo emergió de los recuerdos de tantas historias de vidas
transcurridas entre esas viejas paredes. Lo cierto es que ya no duerme.
Transita en su lugar haciéndose oír. Tal vez pidiendo justicia.
Guillermo R. Pinotti - °Derechos Reservados - Dirección Nacional del Derecho de Autor - Obra Inédita - Argentina.
Basada en Leyenda Urbana en Centro Universitario de Chivilcoy.
Herminia
Brumana nació en Pigüé, localidad ubicada al sur de la provincia de Buenos
Aires, el 12 de septiembre de 1897, en el seno de una familia de inmigrantes
italianos. Realizó sus estudios secundarios en la escuela Normal de Olavarría
donde se recibió en 1916,volviendo a Pigüé para ejercer el cargo de maestra
primaria en su ciudad natal.
En
1917 fundó la revista Pigüé y en 1918 publicó su primer libro, orientado a
promover la lectura entre sus alumnos, Palabritas. En 1921 conoce al dirigente
socialista Juan Antonio Solari con quien se casa, radicándose en Buenos Aires.
Se
desempeñó como maestra en diversas escuelas del Gran Buenos Aires y de la
Capital Federal. En 1923 publica su segundo libro, Cabeza de mujeres, definido
por Herminia Solari como "un libro sobre la mujer dirigido a las
mujeres", tema principal de su literatura y de su activismo. El libro se
compone de diversos relatos que tienen en común la necesidad de la
autoafirmación de la mujer, y la liberación por sus propios medios.
En
los diez años que van de 1929 a 1939 publica cinco libros: Mosaico (1929), La
grúa (1931), Tizas de colores (1932), Cartas a las mujeres argentinas (1936) y
Nuestro Hombre (1939). En sus libros Herminia Brumana bregó por los derechos de
las mujeres, el amor libre, el derecho al divorcio, la justicia social sobre
todo relacionada con las dificultades de los niños pobres para cursar la
escuela, etc.
En
esa década se dedica también a participar en la campaña de liberación de
"los presos de Bragado", tres jóvenes anarquistas (Pascual Vuotto,
Reclús De Diago y Santiago Mainini), a los que se torturó y condenó por homicidio
en 1931 a sabiendas de su inocencia.
En
1941 comenzó a trabajar en la Escuela para Adultos Nº6 (Fitz Roy 171, actual
Escuela 12; DE14), de la Ciudad de Buenos Aires, como maestra en la materia
Práctica de escritorio. Luego de su muerte, la escuela recibió el nombre de
"Herminia Brumana".
A su
muerte se organizó la Sociedad Amigos de Herminia Brumana que editó sus Obras
completas en 1958, y al cumplirse los diez años de su fallecimiento, publicó
Ideario y presencia de Herminia Brumana.
Diversas
calles, plazas, bibliotecas y establecimientos educativos de la Argentina
llevan su nombre.
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