NOTA C: PODER PARA PODER
"Poder para poder”
Guillermo Pinotti
Escuchamos y
opinamos a diario, sobre la condición de los que pensamos: están “enfermos por
el poder”. Y apuntamos hacia arriba desde nuestra realidad de ciudadano común.
Y los ejemplos sobran: encumbrados políticos atornillados a sus cargos que
jamás quieren irse, grandes empresarios, consorcios, corporaciones, etc. Pero,
¿no es la “necesidad y deseo de poder” una condición natural del ser humano en
cualquier nivel social en que se encuentre?
Aquello que se repite
observando a quienes escalan socialmente y económicamente que, “una vez que
llegan se olvidan de dónde vienen”, estaría en tal caso, dentro de lo esperable
y lógico para nuestro “ser humano”, que las grandes y pocas excepciones de
personajes encumbrados y humildes que, en la historia de la humanidad, son
esporádicas. Así, “Quien toma el bastón, jamás lo quiere soltar”, cueste lo que
cueste. Y quien contrae “la enfermedad del poder”, difícilmente cure. Cada uno
desde el lugar que nos toque, en cierta manera, obramos de la misma forma.
Quizás por el
impulso de diferenciarnos del otro, búsqueda de gloria, reconocimiento, honor.
O tal vez en la búsqueda de dominio: estar al mando, tener autoridad e
influencia sobre los demás. Y por último la ambición o afán de posesión de
cosas, de bienes, de riquezas. La distorsión de la realidad que produce es
evidente. Encumbrados y poderosos personajes con extraordinario nivel económico
que llevan una vida ostentosa, se muestran como los únicos capaces de
comprender a las clases humildes que viven postergadas hace más de 50 años.
Pero no pueden imaginarse ellos mismos llevando una vida común, dejar el nivel
de exigencia que se imponen y la posibilidad de volver al llano. En definitiva,
el afán por diferenciarse, dominar y poseer, son los tres parámetros en los que
se reconoce el poder.
Y finalmente, todos
los hombres deseamos y necesitamos algún grado de diferencia con los demás,
cierta capacidad de seducir y sujetar al otro, y un determinado patrimonio
personal. La búsqueda de poder es parte de nuestra esencia en todos los
niveles. Tanto el que nos dirige, el que nos protege o el que nos oprime.
Por eso debe haber
mecanismos adecuados de control, normas y leyes que lo regulen. El que abusa
del poder, no aspira a otra cosa en su fuero interno, sino a la libertad de
obrar a su modo, aunque sea a expensas de reformas de leyes preestablecidas, o
la esclavitud de los demás. La ética es la encargada de sostener el principio
que, no hay libertad, mientras solo un ciudadano carezca de ella. El poder
forma parte de nosotros mismos y debe ser regulado.
Tampoco
podemos vivir sin el, porque huir del poder o despreciarlo, es otra forma de
ejercerlo. Y por último recordar que todos los extremos son nocivos y, toda
obediencia incondicional, hasta que se demuestre lo contrario, es sospechosa.
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