jueves, 1 de enero de 2015

FUGA DE IDEAS - CUENTO


Fuga de ideas


Uno trata de entender el mensaje de la letra de un tango, pero hay que pasar los cuarenta años para sentir el espíritu de su filosofía.
Quizás el tiempo, por su mismo transcurso, sea la asignatura necesaria, particular y única, que no se aprueba sólo con aciertos sino también con errores.
Extraño diploma de vida entrega la experiencia. No alcanzan los consejos de los maestros, sin poder sentir el dolor propio de haber perdido alguna vez en la carrera de ser uno mismo; alquimia interior que permite sentirse íntegro al mirarse cada día en el espejo, reconociendo el pasaje de la película que el cristal nos devuelve.
Un lugar, una esquina, un boliche más, como el relato de tantas letras recitadas, era el lugar de pertenencia de algunos hombres de un pueblo del Oeste de la provincia de Buenos Aires, donde la necesidad me marcó el rumbo de aprendiz de mozo, cuando el almanaque recordaba que corría abril del dos mil tres.
Inquieto, después de una jornada con poca gente, movía la cola Petete -el perro del bar- al ver entrar al primer individuo que proponía aquella noche para compartir palabras y silencios.
Ramón, con las manos en los bolsillos y caminando lentamente, llegó a la mesa junto a la ventana, tiró sus huesos en la silla de siempre y sonrió a Petete, quien lo miraba fijo y ansioso, esperando que cayera alguna galletita o recorte de medialuna.
Quique, el bolichero, indiferente a todo su entorno, seguía pasándole el trapo a cuanta vajilla húmeda había sobre el mostrador.
El titular del diario sobre la mesa y la guerra en Irak encendió los pensamientos de Ramón en palabras. Primero como murmurando y luego en tono mayor, expresaba su sentir con la mirada fija hacia la calle a través de la ventana:

-¡Te das cuenta, Quique! ¡Otro abril que pasa y otra guerra! Y tantos recuerdos... Malvinas, la dictadura militar, la represión. Con la guerra no sabíamos qué pasaba realmente, nos cambiaban la versión. ¡Qué impotencia hermano, cuánto dolor!..., si hasta con la mezcla de sentimientos que teníamos más de uno se brotó de un patriotismo que no supo cómo desahogar.

El tema propuesto desactivó el piloto automático de Quique, quien, luego de colocar en hilera perfecta copa por copa, respiró profundo y aportó lo suyo:

- ¡Pobres soldados conscriptos! ¿Te acordás de Jorgito?..., dieciocho años tenía. Solía venir a ayudarme para ganarse unas monedas cuando iba al secundario. Quería juntar unos pesos para ir a estudiar abogacía. ¡Qué destino, hermano!

-Aparte de destino, inexperiencia nuestra, inmadurez y... casi te diría, una postura infantil; esperábamos que las potencias del mundo se pusieran a favor nuestro, contra Inglaterra. ¡Qué pelotudos! -agregó Ramón.
-¡Está clarito! -afirmó Quique-. Fijate en Irak, están masacrando al pueblo y lo más loco, ¡dicen los norteamericanos que los están liberando! Nos tratan a todos como idiotas, como si no supiéramos que todo es para quedarse con el petróleo.

-Todo tiene su fundamento -continuó Ramón, tratando de explicar-; después de tantos años de sometimiento y opresión, con generaciones nacidas en ese clima, terminás sin conocer dónde estás pisando. Nosotros todavía discutimos el hundimiento del Crucero General Belgrano como un crimen, cuando en realidad en una guerra, la canción de los derechos humanos se baila al ritmo de los más poderosos.

-Es cierto, Ramoncito, aunque se te revuelvan las tripas, la historia del mundo marca eso. Acordate del papel de Estados Unidos de Norteamérica en tiempos de Malvinas. Si trazamos un paralelo con la actual guerra en Irak y las justificaciones del gobierno del norte, solamente por intereses económicos y políticos diferentes de aquel momento no se invadió y bombardeó Buenos Aires y otras capitales argentinas, pudieron arrasar con lo que se pusiera delante con la teoría que nos liberaban de la dictadura... la misma que años antes ellos apoyaron para que se instalara, no solamente en Argentina sino en toda Latinoamérica -trató de resumir Quique.
Recién llegado al local, Corbata, sentado en un banco alto junto al mostrador, cruzó su mano izquierda en el bolsillo interior del saco tratando de adivinar dónde había puesto el encendedor que esperaba su cigarrillo apagado en la comisura de la boca.
Se hizo un silencio que Ramón y Quique respetaron, conocedores de la capacidad de síntesis de Corbata, quien escuchó la última parte de la charla y pedía, con el índice derecho en alto, un lugar para opinar:

-Escuchen bien, muchachos, si no nos invadieron todavía es debido a que saben que para apoderarse de nuestras riquezas es suficiente tranzar con políticos, traidores internos, enfermos por tener poder, que ya han regalado parte de la Argentina y tal vez lo sigan haciendo sin importarles el futuro de nuestros hijos.

Una pausa prolongada dio lugar a que sirviera el pedido de rutina: un café con leche para Ramón y un café doble para Corbata.
Nunca supe el nombre real de Corbata, apodo que cuentan se había ganado por su permanente y tradicional vestimenta, pantalón, saco y corbata al tono. Los zapatos negros que llevaba acusaban varios recambios de media suela y cicatrices que, sin mala intención, marcaban de vez en cuando los pedales de la bicicleta. Conocedor de todo y especialista en nada, pero leído como pocos.
Su figura delgada y alta, levantándose del banco, se deslizó hacia el centro del salón, y la bruma de sus ojos negros denunció su melancolía e inspiración. Afirmó fuerte una silla contra el piso para ver si aceptaba su propuesta discursiva, subió a la misma y comenzó su soliloquio:

-Agredido y agresor. Víctima y victimario. Predadores y presas. El pez más grande devora a uno mediano y éste a otro más pequeño.»¡Sentimientos o supervivencia! Lucha entre peces medianos y pequeños, donde los pocos peces grandes observan y son los únicos que sobreviven. ¿Será que para que haya poderosos siempre tendrá que haber sometidos y para que haya ricos también pobres?»El obrero reclama legítimamente a su patrón el cobro de su sueldo atrasado, y éste le comenta la crisis de su empresa, la ciudad, la provincia y el país. El obrero, hasta con culpa, se va con la mirada baja, pensando que, aunque no cobra, aún tiene trabajo.»El desocupado reclama al político la necesidad de trabajar, obteniendo un discurso vacío, soberbio, acerca de que la desocupación es un problema mundial. El desocupado vuelve a su casa sin trabajo y sin pan para sus hijos.»¿¡Tanto cuesta comprender que quien todavía tiene trabajo y puede comprarle un libro y un juguete a su hijo, no puede disfrutarlo porque su vecino no tiene cómo darle sustento a su familia!?
»Los Estados poderosos someten, condicionan y colonizan económicamente a los más débiles; no importan los niños, jóvenes, estudiantes, desocupados, trabajadores ni jubilados. Somos parte de la multitud de miserables que miramos impotentes a los pocos que se enriquecen insensibles a nuestro dolor.»

-Traé otro café con leche -interrumpió Ramón, con la voz emocionada.

-¿Con azúcar o sacarina? -preguntó Quique, frotándose las manos como para cambiar de clima.

-¿Todavía no sé a quién votar en las próximas elecciones y me complicás con preguntas pelotudas, Quique? ¡A esta altura de mi vida, con que esté dulce es suficiente!

Corbata, refugiado todavía en su mundo interior, se bajó de la silla, caminó hacia la puerta y volteando antes de salir, dijo con voz firme:

-Muchachos, mañana me hacen acordar que les cuente la última…
¡Dicen que el caballo de San Martín no era blanco!


Copyright © Guillermo Rodolfo Pinotti, 2008
Todos los derechos reservados.

Supervisión editorial: María del Valle Grange.
Hecho el depósito que fija la Ley 11.723.
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina.
Impresiones GraFer (Chivilcoy), 2008


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